JUSTO
SUÁREZ, EL TORITO DE MATADEROS
Producción
Periodística de Latitud Periódico
23
de septiembre del 2016
Justo
Suárez, conocido como "El torito de Mataderos",
fue un popular boxeador argentino de peso liviano. Se afirma
que su inmensa popularidad superó ampliamente a sus logros
profesionales.
Nace
en Buenos Aires el 5 de enero de 1909 y fallece el 10 de agosto
de 1938 en Cosquín, provincia de Córdoba. Se cumplieron
78 años de su desaparición física.
En la tapa
de la Revista El Grafico y en el Museo de los Corrales de Mataderos
podemos encontrar a este personaje de un barrio ciudadano y
muy porteño. en esta entrega, el escritor Julio Cortazar
lo homenajea en "Torito".
A la memoria
de don Jacinto Cúcaro, que en las clases de pedagogía
del normal Mariano Acosta", allá por el año
30, nos contaba las peleas de Suárez.
Qué le vas a hacer, ñato, cuando estás
abajo todos te fajan. Todos, che, hasta el más maula.
Te sacuden contra las sogas, te encajan la biaba. Andá,
andá, qué venís con consuelos vos. Te conozco,
mascarita. Cada vez que pienso en eso, salí de ahí,
salí. Vos te creés que yo me desespero, lo que
pasa es que no doy más aquí tumbado todo el día.
Pucha que son largas las noches de invierno, te acordás
del pibe del almacén cómo lo cantaba. Pucha que
son largas... Y es así, ñato. Más largas
que esperanza'e pobre. Fijáte que yo a la noche casi
no la conozco, y venir a encontrarla ahora... Siempre a la cama
temprano, a las nueve o a las diez. El patrón me decía:
"Pibe, andáte al sobre, mañana hay que meterle
duro y parejo". Una noche que me le escapaba era una casualidad.
El patrón... Y ahora todo el tiempo así, mirando
el techo. Ahí tenés otra cosa que no sé
hacer, mirar p'arriba. Todos dijeron que me hubiera convenido,
que hice la gran macana de levantarme a los dos segundos, cabrero
como la gran flauta. Tienen razón, si me quedo hasta
los ocho no me agarra tan mal el rubio.
Y
bueno, es así. Pa peor la tos. Después te vienen
con el jarabe y los pinchazos. Pobre la hermanita, el trabajo
que le doy. Ni mear solo puedo. Es buena la hermanita, me da
leche caliente y me cuenta cosas. Quién te iba a decir,
pibe. El patrón me llamaba siempre pibe. Dale áperca,
pibe. A la cocina, pibe. Cuando pelié con el negro en
Nueva York el patrón andaba preocupado. Yo lo juné
en el hotel antes de salir. "Lo fajás en seis rounds,
pibe", pero fumaba como loco. El negro, cómo se
llamaba el negrito, Flores o algo así. Duro de pelar,
che. Un estilo lindo, me sacaba distancia vuelta a vuelta. Áperca,
pibe, metele áperca. Tenía razón el trompa.
Al tercero se me vino abajo como un trapo. Amarillo, el negro.
Flores, creo, algo así. Mirá como uno se ensarta,
al principio me pareció que el rubio iba a ser más
fácil. Lo que es la confianza, ñato. Me barajó
de una piña que te la debo. Me agarró en frío
el maula. Pobre patrón, no quería creer. Con qué
bronca me levanté. Ni sentía las piernas, me lo
quería comer ahí nomás. Mala suerte, pibe.
Todo el mundo cobra al final. La noche del Tani, te acordás
pobre Tani, qué biaba. Se veía que el Tani estaba
de vuelta. Guapo el indio, me sacudía con todo, dale
que va, arriba, abajo. No me hacía nada, pobre Tani.
Y eso que cuando lo fui a saludar al rincón me dolía
bastante la cara, al fin y al cabo me arrimó una buena
leñada. Pobre Tani, vos sabés que me miró,
yo le puse el guante en la cabeza y me reía de contento,
no me quería reír, te imaginás que no era
de él, pobre pibe. Me miró apenas, pero me hizo
no sé qué. Todos me agarraban, pibe lindo, pibe
macho, ah criollo, y el Tani quieto entre los de él,
más chatos que cinco e'queso. Pobre Tani. Por qué
me acuerdo de él, decime un poco. A lo mejor yo lo miré
así al rubio esa noche. Qué sé yo, para
acordarme estaba. Qué biaba, hermano. Ahora no vas a
andar disimulando. Te fajó y se acabó. Lo malo
que yo no quería creer. Estaba acostado en el hotel,
y el patrón fumaba y fumaba, casi no había luz.
Me acuerdo que hacía calor. Después me pusieron
hielo, fijáte un poco yo con hielo. El trompa no decía
nada, lo malo que no decía nada. Te juro que tenía
ganas de llorar, como cuando ella... Pero para qué te
vas a hacer mala sangre. Si llego a estar solo, te juro que
moqueo. "Mala pata, patrón", le dije. Qué
más le iba a decir. Él dale que dale al tabaco.
Fue suerte dormirme. Como ahora, cada vez que agarro el sueño
me saco la lotería. De día tenés la radio
que trajo la hermanita, la radio que... Parece mentira, ñato.
Bueno, te oís unos tanguitos y las transmisiones de los
teatros. ¿Te gusta Canaro a vos? A mí Fresedo,
che, y Pedro Maffia. Si los habré visto en el ringside,
me iban a ver todas las veces. Podés pensar en eso, y
se te acortan las horas. Pero a la noche qué lata, viejo.
Ni la radio, ni la hermanita, y en una de esas te agarra la
tos, y dale que dale, y por ahí uno de otra cama se rechifla
y te pega un grito. Pensar que antes... Fijáte que ahora
me cabreo más que antes. En los diarios salía
que de pibe los peleaba a los carreros en la Quema. Puras macanas,
che, nunca me agarré a trompadas en la calle. Una o dos
veces, y no por mi culpa, te juro. Me podés creer. Cosas
que pasan, estás con la barra, caen otros y en una de
esas se arma. No me gustaba, pero cuando me metí la primera
vez me di cuenta que era lindo. Claro, cómo no va a ser
lindo si el que cobraba era el otro. De pibe yo peleaba de zurda,
no sabés lo que me gustaba fajar de zurda. Mi vieja se
descompuso la primera vez que me vio pelearme con uno que tenía
como treinta años. Se creía que me iba a matar,
pobre vieja. Cuando el tipo se vino al suelo no lo podía
creer. Te voy a decir que yo tampoco, creéme que las
primeras veces me parecía cosa de suerte. Hasta que el
amigo del trompa me fue a ver al club y me dijo que había
que seguir. Te acordás de esos tiempos, pibe. Qué
pestos. Había cada pesado que te la voglio dire. "Vos
metele nomás", decía el amigo del patrón.
Después hablaba de profesionales, del Parque Romano,
de River. Yo qué sabía, si nunca tenía
cincuenta guitas para ir a ver nada. También la noche
que me dio veinte pesos, qué alegrón. Fue con
Tala, o con aquel flaco zurdo, ya ni me acuerdo. Lo saqué
en dos vueltas, ni me tocó. Vos sabés que siempre
mezquiné la cara. Si me llego a sospechar lo del rubio...
Vos creés que tenés la pera de fierro, y en eso
te la hacen sonar de una piña. Qué fierro ni que
ocho cuartos. Veinte pesos, pibe, imagínate un poco.
Le di cinco a la vieja, te juro que de compadre, pa mostrarle.
La pobre me quería poner agua de azahar en la muñeca
resentida. Cosas de la vieja, pobre. Si te fijás, fue
la única que tenía esas atenciones, porque la
otra... Ahí tenés, apenas pienso en la otra, ya
estoy de vuelta en Nueva York. De Lanús casi no me acuerdo,
se me borra todo. Un vestido a cuadritos, sí, ahora veo,
y el zaguán de Don Furcio, y también las mateadas.
Cómo me tenían en esa casa, los pibes se juntaban
a mirarme por la reja, y ella siempre pegando algún recorte
de Crítica o de Última Hora en el álbum
que había empezado, o me mostraba las fotos del Gráfico.
¿Vos nunca te viste en foto? Te hace impresión
la primera vez, vos pensás pero ése soy yo, con
esa cara. Después te das cuenta que la foto es linda,
casi siempre sos vos que estás fajando, o al final con
el brazo levantado. Yo venía con mi Graham Paige, imaginate,
me empilchaba para ir a verla, y el barrio se alborotaba. Era
lindo matear en el patio, y todos me preguntaban qué
sé yo cuánta cosa. Yo a veces no podía
creer que era cierto, de noche antes de dormirme me decía
que estaba soñando. Cuando le compré el terreno
a la vieja, qué barullo que hacían todos. El trompa
era el único que se quedaba tranquilo. "Hacés
bien, pibe", decía, y dale al tabaco. Me parece
estarlo viendo la primera vez, en el club de la calle Lima.
No, era en Chacabuco, esperá que no me acuerdo, pero
si era en Lima, infeliz, no te acordás del vestuario
todo de verde, con más mugre... Esa noche el entrenador
me presentó al patrón, resultaba que eran amigos,
cuando me dijo el nombre casi me agarro de las sogas, apenas
lo vi que me miraba yo pensé: "Vino para verme pelear",
y cuando el entrenador me lo presentó me quería
morir. Él no me había dicho nunca nada, de puro
rana, pero hizo bien, así yo iba subiendo despacio, sin
engolosinarme. Como el pobre zurdito, que lo llevaron a River
en un año, y en dos meses se vino abajo que daba miedo.
En ese entonces no era macana, pibe. Te venía cada tano
de Italia, cada gallego que te daba miedo, y no te digo nada
de los rubios. Claro que a veces la gozabas, como la vez del
príncipe. Eso fue un plato, te juro, el príncipe
en el ringside y el patrón que me dice en el camarín:
" No te andés con vueltas, no te vayas a dejar vistear
que para eso los yonis son una luz", y te acordás
que decían que era el campeón de Inglaterra, o
qué sé yo qué cosa. Pobre rubio, lindo
pibe. Me daba no sé qué cuando nos saludamos,
el tipo chamuyó una cosa que andá a entendele,
y parecía que te iba a salir a pelear con galera. El
patrón no te vayas a creer que estaba muy tranquilo,
te puedo decir que él nunca se daba cuenta de cómo
yo lo palpitaba. Pobre trompa, se creía que no me daba
cuenta. Che, y el príncipe ahí abajo, eso fue
grande, a la primera finta que me hace el rubio le largo la
derecha en gancho y se la meto justo justo. Te juro que me quedé
frío cuando lo vi patas arriba. Qué manera de
dormir, pobre tipo. Esa vez no me dio gusto ganar, más
lindo hubiera sido una linda agarrada, cuatro o cinco vueltas
como con el Tani o con el yoni aquél, Herman se llamaba,
uno que venía con un auto colorado y una pinta bárbara...
Cobró, pero fue lindo. Qué leñada, mama
mía. No quería aflojar y tenía más
mañas que... Ahora que para mañas el Brujo, che.
De donde me lo fueron a sacar a ése. Era uruguayo, sabés,
ya estaba acabado pero era peor que los otros, se te pegaba
como sanguijuela y andá sacátelo de encima. Meta
forcejeo, y el tipo con el guante por los ojos, pucha me daba
una bronca. Al final lo fajé feo, me dejó un claro
y le entré con una ganas... Muñeco al suelo, pibe.
Muñeco al suelo fastrás... Vos sabés que
me habían hecho un tango y todo. Todavía me acuerdo
un cacho, de Mataderos al centro, y del centro a Nueva York...
Me lo cantaban por todos lados, en los asados, por la radio...
Era lindo oírse en la radio, che, la vieja me escuchaba
todas las peleas. Y vos sabés que ella también
me escuchaba, un día me dijo que me había conocido
por la radio, porque el hermano puso la pelea con uno de los
tanos... ¿Vos te acordás de los tanos? Yo no sé
de dónde los iba a sacar el trompa, me los traía
fresquitos de Italia, y se armaban unas leñadas en River...
Hasta me hizo pelear con dos hermanos, con el primero fue colosal,
al cuarto round se pone a llover, ñato, y nosotros con
ganas de seguirla porque el tanito era de ley y nos fajábamos
que era un contento, y en eso empezamos a refalar y dale al
suelo yo, y al suelo él... Era una pantomima, hermano...
La suspendieron, que macana. A la otra vez el tano cobró
por las dos, y el patrón me puso con el hermano, y otro
pesto... Qué tiempos, pibe, aquí sí era
lindo pelear, con toda la barra que venía, te acordás
de los carteles y las bocinas de auto, che, qué lío
que armaban en la popular... Una vez leí que el boxeador
no oye nada cuando está peleando, qué macana,
pibe. Claro que oye, vos te creés que yo no oía
distinto entre los gringos, menos mal que lo tenía al
trompa en el rincón, áperca, pibe, dale áperca.
Y en el hotel, y los cafés, qué cosa tan rara,
che, no te hallabas ahí. Después el gimnasio,
con esos tipos que te hablaban y no les pescabas ni medio. Meta
señas, pibe, como los mudos. Menos mal que estaba ella
y el patrón para chamuyar, y podíamos matear en
el hotel y de cuando en cuando caía un criollo y dale
con los autógrafos, y a ver si me lo fajás bien
a ese gringo pa que aprendan cómo somos los argentinos.
No hablaban más que del campeonato, qué le vas
a hacer, me tenían fe, che, y me daban unas ganas de
salir atropellando y no parar hasta el campeón. Pero
lo mismo pensaba todo el tiempo en Buenos Aires, y el patrón
ponía los discos de Carlitos y los de Pedro Maffia, y
el tango que me hicieron, yo no sé si sabés que
me habían hecho un tango. Como a Legui, igualito. Y una
vez me acuerdo que fuimos con ella y el patrón a una
playa, todo el día en el agua, fue macanudo. No te creas
que podía divertirme mucho, siempre con el entrenamiento
y la comida cuidada, y nada que hacerle, el trompa no me sacaba
los ojos. "Ya te vas a dar el gusto, pibe", me decía
el trompa. Me acuerdo cuando la pelea con Mocoroa, esa fue pelea.
Vos sabés que dos meses antes ya lo tenía al patrón
dale que esa izquierda va mal, que no dejés entrar así,
y me cambiaba los sparrings y meta salto a la soga y bife jugoso...
Menos mal que me dejaba matear un poco, pero siempre me quedaba
con sed de verde. Y vuelta a empezar todos los días,
tené cuidado con la derecha, la tirás muy abierta,
mirá que el coso no es macana. Te creés que yo
no lo sabía, más de una vez lo fui a ver y me
gustaba el pibe, no se achicaba nunca, y un estilo, che. Vos
sabés lo que es el estilo, estás ahí y
cuando hay que hacer una cosa vas y la hacés sobre el
pucho, no como esos que la empiezan a zapallazo limpio, dale
que va, arriba abajo los tres minutos. Una vez en El Gráfico
un coso escribió que yo no tenía estilo. Me dio
una bronca, te juro. No te voy a decir que yo era como Rayito,
eso era para ir a verlo, pibe, y Mocoroa lo mismo. Yo qué
te voy a decir, al rato de empezar ya veía todo colorado
y le metía nomás, pero no te vas a creer que no
me daba cuenta, solamente que me salía y si me salía
bien para qué te vas a afligir. Vos ves cómo fue
con Rayito, está bien que no lo saqué pero lo
pude. Y a Mocoroa igual, qué querés. Flor de leñada,
viejo, se me agachaba hasta el suelo y de abajo me zampaba cada
piña que te la debo. Y yo meta a la cara, te juro que
a la mitad ya estábamos con bronca y dale nomás.
Esa vez no sentí nada, el patrón me agarraba la
cabeza y decía pibe no te abrás tanto, dale abajo,
pibe, guarda la derecha. Yo le oía todo pero después
salíamos y meta biaba los dos, y hasta el final que no
podíamos más, fue algo grande. Vos sabés
que esa noche después de la pelea nos juntamos en un
bodegón, estaba toda la barra y fue lindo verlo al pibe
que se reía, y me dijo qué fenómeno, che,
cómo fajás, y yo le dije te gané pero para
mí que la empatamos, y todos brindaban y era un lío
que no te puedo contar... Lástima esta tos, te agarra
descuidado y te dobla. Y bueno, ahora hay que cuidarse, mucha
leche y estar quieto, qué le vas a hacer. Una cosa que
me duele es que no te dejan levantar, a las cinco estoy despierto
y meta mirar p'arriba. Pensás y pensás, y siempre
lo malo, claro. Y los sueños igual, la otra noche, estaba
peleando de nuevo con Peralta. Por qué justo tengo que
venir a embocarla en esa pelea, pensá lo que fue, pibe,
mejor no acordarse. Vos sabés lo que es toda la barra
ahí, todo de nuevo como antes, no como en Nueva York,
con los gringos... Y la barra del ringside, toda la hinchada,
y unas ganas de ganar para que vieran que... Otra que ganar,
si no me salía nada, y vos sabés cómo pegaba
Víctor. Ya sé, ya sé, yo le ganaba con
una mano, pero a la vuelta era distinto. No tenía ánimo,
che, el patrón menos todavía, qué te vas
a entrenar bien si estás triste. Y bueno, yo aquí
era el campeón y él me desafió, tenía
derecho. No le voy a disparar, no te parece. El patrón
pensaba que le podía ganar por puntos, no te abrás
mucho y no te cansés de entrada, mirá que aquél
te va a boxear todo el tiempo. Y claro, se me iba para todos
lados, y después que yo no estaba bien, con la barra
ahí y todo te juro que tenía un cansancio en el
cuerpo... Como modorra, entendés, no te puedo explicar.
A la mitad de la pelea la empecé a pasar mal, después
no me acuerdo mucho. Mejor no acordarse, no te parece. Son cosas
que para qué. Me quisiera olvidar de todo. Mejor dormirse,
total aunque soñés con las peleas a veces le acertás
una linda y la gozás de nuevo. Como cuando el príncipe,
qué plato. Pero mejor cuando no soñás,
pibe, y estás durmiendo que es un gusto y no tosés
ni nada, meta dormir nomás toda la noche dale que dale.
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