EL
GRUPO MONDONGO INAGURUÓ SU MUESTRA
Redacción
de Latitud Periódico
3
de junio del 2013
El
domingo 2 de junio a partir de las 19 horas quedó inaugurada
la muestra del grupo MONDONGO en el Museo de Arte Moderno, ubicado
en la avenida San Juan 350 y dependiente del Ministerio de Cultura
porteño.
El
grupo artístico regresa luego de cinco años de
ausencia de la Ciudad.
Se
abrieron al público: Diseña tu mundo, medio siglo
de trabajo, retrospectiva de Ronald Shakespear; Gran caja sonora
y anillo relacional de Piero Mottola, la instalación
de Florencia Rodríguez Giles; el video The empty entries,
de Alfio Demestre; Site specific, de Santiago Gasquet y Luis
Rodríguez, y Nudo de Autopista 2013, de Gachi Hasper.
ARGENTINA
Los
Mondongo siempre han tendido a trabajar en series, muchas veces
mirando géneros olvidados. En este caso representan en
dos instancias diversas un contrapunto entre Paisajes y Retratos
en diálogo con una serie de teatrinos y una escultura
de monedas. El efecto resultante puede ser interpretado, de
la misma forma en que ellos leen la obra de Fogwill, como un
intento deliberado de desarmar los códigos de lo obvio.
“El
retrato vendría a ser como una parte fundamental del
cuerpo de nuestro engendro Mondongo, creo que la cabeza”,
sostienen.
Vemos en sus paisajes el reflejo de las condiciones socioeconómicas
de un país devastado y en los retratos un documento,
un mapa que nos instruye sobre estilos de vida, el espíritu
de la época, o un determinado contexto histórico
social.
Existe una hermenéutica Mondongo. Una hermenéutica
pródiga que nos da pistas para entrar en un mundo simbólico
o engañoso. Pistas en los materiales utilizados, en los
personajes elegidos, y en la disposición de los cuadros.
Nada es lo que parece, retratos y paisajes enmascaran otra realidad
más perversa que necesita de nuestra inteligencia y agudeza
de percepción para ser develada.
LA
TÉCNICA
“Las
cosas y las ideas -escribe Gilles Deleuze- brotan o crecen por
el medio, y es allí donde hay que instalarse, es siempre
allí donde se hace un pliegue”.
La
obra de Mondongo trata de elaborar un sentido a partir de esa
masa caótica de objetos y referencias que constituye
nuestro ámbito cotidiano.
TODO
ES PAISAJE
Sostiene
Kevin Power: “A veces, sentimos que encontramos personas
y lugares que nos hacen reales”, sabiendo todo el tiempo
que no somos “nada ni nadie”, dice el poeta William
Bronk. En esta impresionante serie de paisajes, sin duda, Mondongo
ha encontrado lo que les hace reales. El lugar es, a la vez,
una localidad y un espacio interior. En otras palabras, se podría
decir que estas imágenes constituyen una íntima
revelación del ser. Los asombrosos cuarenta y cinco metros
de paisaje sobre el drama latente de la naturaleza transmiten
la impresión inmediata de algo no simplemente visto sino
sentido.
Esta
muestra se centra, principalmente, en la relectura de dos géneros
relativamente poco frecuentados en el espacio de lo contemporáneo:
el paisaje y el retrato. Mondongo ha desarrollado su propia
manera de abordar estos géneros, empeñados, siempre,
en defender su libertad para no atarse a un lenguaje o estilo.
Sus versiones nos sobrecogen y nos transmiten sensaciones de
pavor y de asombro, de misterio y espiritualidad: toda una serie
de emociones ante el complejo tejido de tensiones del mundo.
El
origen de los Paisajes se encuentra en un viaje que Laffitte
y Mendanha hicieron a Entre Ríos; quedaron impresionados
por la putrefacción fecunda de la vida vegetal y por
las señales de muerte y renacimiento tras las devastadoras
y frecuentes inundaciones. Poca gente recorre este paisaje por
placer que vive tiempos de olvido, perturbado solo por la naturaleza
misma.
Esta
sobrecarga de paisaje nos encierra en los ciclos naturales de
vida, muerte y rejuvenecimiento. Son fragmentos y brotes de
energía que crean un conjunto cuya escala es literalmente
espectacular. La belleza de las imágenes emerge de un
caos primario; desde la oscuridad de una cárcava, pasando
por los reflejos primaverales sobre el agua parada, al respiro
del estuario pantanoso del río. Nos inundan de la misma
manera que el paisaje ha sido inundado durante siglos; nos empapa
y nos absorbe, nos amenaza y araña, e irremediablemente
nos seduce.
Quizás
una de las primeras reacciones sea la de recordar los Nenúfares
de Monet. Sin embargo, Monet nos habla del hedonismo y las aspiraciones
de una burguesía emergente con tiempo para el placer,
mientras que Laffitte y Mendanha nos hablan de la irrefrenable
voluntad de sobrevivir. Además, la serie contiene un
cierto peso alegórico, al estilo de Poussin, sirve como
un recipiente ocasional de imágenes en miniaturas que
aluden a la historia de la zona y del país. Entre la
maraña de vegetación descubrimos un cetro chaná;
una figura humana enana y anacrónica; una oreja humana;
un par zapatillas Topper o un helicóptero abandonado
en la orilla.
En
algún punto de nuestras vidas todos queremos saber cómo
nos representamos y quiénes somos. El retrato pone imagen
al espíritu colectivo de una época; a la forma
en que se ve a sí misma y a la manera en que elige ser
vista. Plantea no solamente la pregunta acerca de la apariencia
del ser humano, sino, y más profundamente, la reevaluación
de su situación frente al mundo. Ron Kitaj tenía
razón al decir que ¡cada generación debe
conocer su rostro!
Mondongo
se siente a sus anchas en este género, y ha regresado
a menudo a él a través de figuras del mundo artístico
o literario, de la sociedad argentina, de amigos o miembros
de su propia familia. Por ejemplo, el retrato de Rodolfo Enrique
Fogwill constituye, sin duda, una aguda lectura sobre su personalidad.
Fogwill no fue simplemente una figura literaria importante sino
un amigo que frecuentaba el estudio. Mondongo lo veía
como un hombre tenso e irasciblemente atractivo, que había
vivido la vida empujando sus límites. Nos proponen un
rostro surcado por los altibajos de su propia vida. Otro de
los retratos más psicológicamente conmovedores
es el de los hijos de Fogwill: una especie de representación
simbolista, schoenbergiana, altamente cinemática realizada
en cera. Parecen salidos de una película de Bresson o
de Dreyer, en actitud expectante, como sombras oscuras y sensibles,
como figuras espectrales.
Saben
que los residuos del ser humano están ahí e intentan
retratarlos, conscientes, al mismo tiempo, de que jamás
podremos conocernos. Mondongo intuye que imagen que tenemos
del mundo es falsa y que lo mejor que podemos hacer es una compleja
serie de aproximaciones”.
Caracteres:
6530