TALLERES
CLANDESTINOS
MÁS
DE 3000 TALLERES Y 800 PROSTÍBULOS EN EL 2010
Parte II
Por
Elena Luz González Bazán especial para Latitud
Periódico
20
de octubre del 2013
En
esta parte, las firmas Ona Sáez, Soho, el taller incendiado
de Luis Viale, los talleres que siguieron existiendo estos años.
Otro taller clausurado.
Cuando
estábamos entregando esta segunda parte del Informe,
la Subsecretaría de Trabajo de la CABA informaba que
este jueves 17 de octubre se había clausurado un taller
ubicado en la calle Pedernera 1205.
El operativo contó con la participación de la
Policía Federal.
EL
MOTIVO
La
presencia de matafuegos vencidos, entre otras infracciones
detectadas fue lo que motivó que los inspectores de la
Dirección General de
Protección del Trabajo ordenaran la clausura del establecimiento
que no
podrá volver a funcionar hasta tanto no resuelvan las
causas que dieron
origen a la sanción. Es importante destacar que no plantean
en su comunicado sobre otras infracciones, aunque por las fotos
entregadas es dable deducir condiciones precarias de trabajo.
Esta
actuación se enmarca en un amplio operativo desplegado
por la
Subsecretaría de Trabajo para inspeccionar los talleres
de confección y
garantizar condiciones de salud, higiene y seguridad adecuadas
para los
trabajadores que allí se desempeñan, reafirman
en su comunicado de prensa.
FIRMAS
EN INFRACCIÓN
En
el 2010, la firma Ona Sáez decide realizar una temporada
otoño – invierno, todo de negro, otra de las firmas
reputadas por contratar trabajo esclavo, esto implica, sin cargas
sociales, aguinaldo, vacaciones, indemnizaciones por despido,
salario familiar, sin seguro de trabajo, sin aportes previsionales,
obra social.
Cinco
años antes, en el 2005, Gustavo Vera referente de La
Alameda, ofrece información a la Defensoría sobre
estos talleres, medianos y grandes con 10 trabajadores de mínima.
Pero
el trabajo en negro es sólo un aspecto de los talleres
clandestinos. En marzo de ese año se brinda a la justicia
los domicilios de 22 talleres clandestinos y a los propietarios
de la marca Soho por fabricar sus prendas en establecimientos
de ese tipo.
Todo
esto conformaba la campaña llevada adelante por la Defensoría,
iniciada en ese año, con la denuncia de los inmigrantes
de Bolivia sometidos a condiciones infrahumanas de trabajo;
los trabajadores y sus familias indocumentados o bien se les
retenía y retiene la documentación, de esta forma
se evita la fuga. Esta realidad se ejecuta con complicidad de
los funcionarios policiales, una justicia que llega tarde, funcionarios
gubernamentales que no se saben donde inspeccionan o a cuerpos
de inspectores que les atan las manos…
Durante
estos años, esta cronista ha ido realizando un seguimiento
de las denuncias, los talleres en infracción y lo que
vino y fue en aquel momento, como el velo que se descorría
para vivenciar lo que es el trabajo esclavo: el lamentable incendio
del taller de Luis Viale.
Sobre
ese incendio la Defensoría sostiene: el incendio del
taller de la calle Luis Viale y su secuela de víctimas,
movió al gobierno nacional a acelerar los trámites
de radicación que realizan ciudadanos bolivianos y de
otras naciones del MERCOSUR. Por su parte, el gobierno de la
Ciudad ordenó una serie de inspecciones que derivaron
en la clausura de centenares de talleres clandestinos.
Nada
se paró…
Esto
continuó, y continuaron los denominados escraches de
la Unión de Trabajadores Costureros a sus empleadores
ocultos, donde se cobraba y se cobra menos de la mitad del salario
de convenio y con jornadas muy superiores a las del convenio.
Estamos hablando de los tiempos de la Revolución Industrial:
14, 16 y hasta 18 horas diarias sin descanso y sin domingos…
La
ley 12.713 reprime con multa y cárcel a quienes obligan
a trabajar 16 horas diarias y por un magro salario. Sin embargo,
esto a pesar de hacerse en las tinieblas y a media tiniebla,
porque se conoce perfectamente este funcionamiento ¨clandestino¨,
nada se hace.
En
ese año se calculaban unos 25.000 costureros.
300
talleres clandestinos fueron clausurados por el Gobierno porteño.
500
talleres clandestinos se mudaron al Gran Buenos Aires para eludir
inspecciones.
71
marcas de indumentarias confeccionan sus prendas en talleres
clandestinos.
78.804
indocumentados intentaron regularizar su situación en
CGP porteños, hoy las Comunas.
Sólo
14.534 lo lograron.
Una información aportada por la Defensoría que
deja al desnudo que si no lo logran en la Ciudad Autónoma
de Buenos Aires se van a la provincia y la pregunta sería
¿y en la provincia que hicieron?
Comercialización
gigante, lo que se denomina marketing, que se suma a los salarios
de esclavos, Estados que miran a otro lado y, sobre todo, el
silencio de quienes lo padecen.
BOLIVIANOS
NO ARGENTINOS
En
ese momento y en la actualidad, no hay argentinos en estos trabajos,
si los hay están en minoría con respecto a los
oriundos de países limítrofes. Se sostiene que
no aceptan estos trabajadores tan explotadores, sin embargo,
hay otras formas de súper explotación donde se
los encuentra.
En
el caso de los argentinos pueden denunciar en los sindicatos
o la justicia. En el caso de los bolivianos son atemorizados
y se utiliza la represión y la violencia…ante esta
situación, de extrema comodidad, los talleristas prefieren
elegir costureros bolivianos, fundamentalmente.
A
los que aquí viven, los suelen convocar a través
de Bolivia, el Corazón de América, un programa
que Hugo Arnez Zambrana conduce la emisora preferida de la audiencia
boliviana en Buenos Aires. Zambrana -quien se jacta de ser un
hombre solidario- también cuenta con la página
web donde los talleristas publican clasificados pidiendo overloquistas,
collaretistas, rectistas y otros trabajadores duchos en el oficio
de la costura. Los interesados deben contactarse a través
de números telefónicos que se consignan en los
avisos y que mayoritariamente pertenecen a abonados del sudoeste
porteño, zona donde -según las denuncias-pululan
los talleres clandestinos, se lee en servicio católico,
portal por internet con el título de Argentina esclaviza
a los bolivianos.
En este portal reproducida la nota también por la Defensoría
del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires, se puede verificar
la connivencia de los distintos responsables de este latrocinio.
Otros
portales como Indymedia Bolivia también hay denuncias,
contradenuncias y se destaca el problema de la explotación
en los talleres.
Sería
redundar en cuanto a lo sufrido, casos, testimonios de bolivianos
que llegan al país y por unas piastras van a parar a
estos lugares con promesas de salarios que no se cumplen.
Talleres ubicados en Donato Álvarez y Juan B. Justo,
trabajadores que cuentan su historia, como en su país
les prometieron un importe por prenda y cuando realizaron en
Buenos Aires el trabajo que sumaba, en es momento, unos 800
pesos le terminaron pagando 85 pesos.
Los
talleristas, estamos hablando de los dueños de los talleres
utilizan estos medios y piden trabajadores que puedan cumplir
con la tarea solicitada. Todo esto es público…
¿Qué se ha hecho para modificar esta situación
irregular?
TALLER DE LUIS VIALE 1269
El
30 de marzo del 2006 se produce el incendio que deja el saldo
de seis muertos, cinco son niños.
Juan
Correo, uno de los encargados del taller siniestrado le afirmaba
al Juez Alberto Baños, a cargo de la causa que: Ellos
(los bolivianos) viven así. Las condiciones las fijaban
ellos, no yo. La mentalidad de ellos es así, vienen al
país, juntan plata dos años y ponen un taller.
Por eso quieren vivir en el mismo lugar donde trabajan, así
no gastan.
Culpar
a la víctima, los niños fueron culpables de morir
bajo las llamas…
Lo
que por supuesto no dijo Correa fue que son indocumentados o
les retienen el documento, de esta forma viven al arbitrio de
sus patrones.
¨A
partir de allí, la simple amenaza de echarlos a la calle
y dejarlos a merced de cualquier prepotencia policial resulta
un argumento más que convincente para que el empleado
permanezca en el taller.
Cuando esto no basta, el descontento de los trabajadores se
apacigua por otros medios. Juan Carlos Salazar Nina, dueño
de dos talleres clandestinos de Parque Avellaneda, solía
aliviarlo con fiestas que organizaba de sábado en sábado.
Había en ellas mucha cumbia y mucho alcohol y Nina instigaba
a los costureros a beber hasta que la borrachera los alcanzaba
y descargaban sus broncas acumuladas peleándose entre
ellos¨.
Gustavo
Vera sostenía, el tiempo desgasta a estos mecanismos
disciplinarios. cada cuatro o cada seis meses los empleados
se hartan de la superexplotación y se vuelven "quejosos";
entonces, los patrones los echan a la calle sin dinero y sin
documentos, y después parten a Bolivia en busca de una
nueva camada de costureros que los reemplace. Para colmo -agrega-
los talleristas abusan de la absoluta precariedad de sus ex
empleados y se quedan con el dinero del último período
trabajado.
Los costureros que quedan en la calle resisten hasta que pueden;
pero, en general, terminan empleándose en otro taller
donde volverán a vivir la pesadilla que pretendían
dejar atrás.
Algo
más para agregar a este panorama desolador…
Si
podemos reseñar que en la Revolución Industrial,
durante toda su proceso de imposición, existió
el trabajo a domicilio, que la superexplotación fue parte
de esa realidad. Que las jornadas eran extenuantes y trabajaban
todos los miembros de la familia que pudieran caminar.
A
esto podemos agregar el denominado trabajo sudor en nuestros
conventillos a fines del siglo XIX y las primeras décadas
del siglo XX. La convivencia y hacinamiento, la falta de todos
los servicios necesarios y lugares lúgubres de vivienda
donde se trabajaba, dormía, comía y vivían
los niños.
Eso
sí, en aquella época, las clases empresarias decían
lo mismo… que a los trabajadores les gustaba vivir así…
FUENTES: Defensoría, Indymedia Bolivia, otras fuentes,
entrevistas y propias.
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