TALLERES
CLANDESTINOS
MÁS
DE 3000 TALLERES Y 800 PROSTÍBULOS EN EL 2010
Parte I
Por
Elena Luz González Bazán especial para Latitud
Periódico
16
de octubre del 2013
Con
fecha 2 de octubre del 2013, Prensa de la Subsecretaría
de Trabajo informó que se había clausurado otro
taller en infracción, el mismo está ubicado en
la calle Salvigny 1180, barrio de Flores, Comuna 5.
El
allanamiento lo llevó adelante el Juzgado Correccional
y Criminal Federal Nº 2.
INFRACCIONES
DEL TALLER
La Dirección General de Protección del Trabajo
ordenó la clausura por las siguientes infracciones:
•
Riesgo eléctrico por tableros sin protección,
• cables expuestos y
• la falta de higiene general en todo el establecimiento.
El pasado 26 de septiembre, en otro operativo se encontró
que otro taller estaba en falta, un taller de confección
por:
•
falta de vestuarios adecuados,
• caminos de circulación obstruidos,
• falta de guantes de protección y
• falta de limpieza en determinados sectores, entre otras
irregularidades detectadas.
Este
taller está ubicado en la calle Sanabria 2262, fue intimado
a presentar la documentación correspondiente y adecuar
las instalaciones.
El
taller cuenta con: un total de 92 trabajadores y 53 máquinas.
Nuevamente, el Subsecretario afirmó que: “Estamos
empeñados en garantizar, a quienes trabajan en talleres,
las condiciones de salud, seguridad e higiene que corresponden.
Vamos a seguir sancionando y si fuera necesario vamos clausurar
los establecimientos que no cumplan con la ley. No se puede
poner en riesgo la salud y la vida de los trabajadores”.
HACE
TRES AÑOS
La
Agencia internacional EFE, el 27 de septiembre del 2010 informaba
que había 3.000 talleres clandestinos y 800 prostíbulos
en la Ciudad de Buenos Aires.
En
su nota periodística sostenía: Una organización
humanitaria argentina denunció la existencia de 3.000
talleres textiles clandestinos y más de 800 prostíbulos
en la ciudad de Buenos Aires, y pidió respuestas concretas
al alcalde de la ciudad, Mauricio Macri.
La
organización fue la No Gubernamental: La Alameda, cuyos
integrantes se concentraron en la sede del Gobierno de la capital
del país y entregaron una carta al Jefe de gobierno Mauricio
Macri.
La
Alameda, sostenía en ese momento que: hay una "existencia
impune" de más de 3.000 talleres clandestinos en
los que ocurren "situaciones de hacinamiento, insalubridad,
trabajo esclavo, explotación de indocumentados y trata
laboral", en especial de extranjeros o argentinos procedente
del interior del país.
PROSTÍBULOS
Por
otro lado, hay más de 800 prostíbulos en los que
se "explota sexualmente a más de 4.000 mujeres",
muchas de ellas extranjeras y que son "reducidas a la servidumbre
y víctimas de trata", sostenían.
En
la carta, la ONG señaló que en Buenos Aires hay
"600 geriátricos en situación irregular",
entre otras irregularidades denunciadas.
Portavoces
de La Alameda dijeron a la agencia EFE que además de
entregar la carta al jefe del Gobierno, la ONG canalizará
la denuncia a través de la Legislatura y la Defensoría
del Pueblo.
Hace
unos días, numerosas organizaciones, donde se encuentra
La Alameda, acaban de denunciar más de 600 prostíbulos,
se calculan que hay 1.200 en la Ciudad y más de 8.000
en el país.
A
esto se suma la presentación de un listado de más
de 100 puntos de venta y distribución de droga, donde
los distintos barrios porteños están en la mira.
Puntos en la vía pública, bailables, espacios
diversos y muchos cercanos y rodeando las escuelas.
Volviendo
a los talleres clandestinos y con infracciones, son espacios
de sobreexplotación de la mano de obra, donde se utilizan
indocumentados o personas a quienes se le quitan los documentos,
que concurren a esta forma de hacinamiento y explotación
con sus familias y sus niños.
En
un país degradado, todo está en la misma sintonía:
prostitución, trabajo esclavo, trabajo infantil, empresas:
talleres en estado calamitoso.
El
discurso, ahora relato, se da de bruces con la realidad…
y la verdad…
En
febrero del 2008, la Defensoría del Pueblo de la Ciudad
de Buenos Aires publicaba un informe titulado: Glamour vs. dignidad,
LAS MARCAS DE LA ESCLAVITUD.
En
el mismo relevaban sobre las formas de esclavitud que renacieron
en este siglo XXI, con una ¨perversa combinación
de condiciones económicas y procederes ilegales permitió
que se extendieran por la ciudad talleres clandestinos donde
seres humanos pueden llegar a trabajar dieciséis o más
horas diarias a cambio de un dólar.
Luego afirman: con la convertibilidad, todo parecía color
de rosa. Una simple moneda alcanzaba para comprar un dólar,
el mercado ofrecía los artículos más insólitos
y las tarjetas de crédito alentaban el consumo. Los emblemáticos
shoppings albergaban a locales de indumentarias de marca que
subyugaban a los porteños y los convencían de
que un monograma o una etiqueta eran el pasaporte hacia el éxito.
Por
otro lado, la invasión de ropa asiática a precios
muy bajos que fueron amenazando la producción local.
De tal forma las grandes marcas como Kosiuko, Montagne, Lacar
y otras comenzaron a tercerizar su producción, marcas
para las veleidades de las clases medias y súper explotación
de indocumentados, niños, mujeres y hombres, todo esto
para reducir costos en beneficio del dios dinero. Luego afirman:
Para ello, tercerizaron la producción; es decir, la derivaron
a sórdidos talleres que, amparados en la clandestinidad,
transforman la normativa laboral en puro cuento y someten a
sus empleados a indignas condiciones de trabajo y de vida.
Vivíamos
y trabajábamos en una pieza de tres por cuatro donde
había tres máquinas de coser: dos rectas y una
de doble aguja. Con mi mujer, dormíamos en el suelo pues
la única cama la compartían nuestros dos niños.
Era un lugar inseguro e insano porque las conexiones eléctricas
de las máquinas estaban sueltas y el polvillo del aire
nos afectaba los pulmones; así recuerda el costurero
AHR -cuya identidad se reserva - al tugurio en el que vivió
con su familia durante casi un año, mientras confeccionaba
polares Montagne, bermudas Rusty y buzos Lacar.
Él
y su esposa comenzaban a coser a las 7 de la mañana y
terminaban a la 1 del día siguiente. Eran 18 horas de
labor que sólo interrumpían para comer. A las
9 -cuenta- nos daban una taza de café y un pan. Al mediodía,
una porción de arroz con una papa y un pedazo de carne
o un huevo. A eso de la seis de la tarde nos servían
un té con otro pan y a la noche una sopa de arroz. En
esas ocasiones, cada miembro de la pareja recibía una
mínima ración que ellos achicaban para compartirla
con sus hijos. Para colmo, el matrimonio debió esperar
seis meses para cobrar su primer salario.
AHR
no trabajaba en algún lugar recóndito del país,
sino en un taller situado en la calle Eugenio Garzón
3853 del barrio de Floresta, donde -se supone- debería
llegar el imperio de la ley 12.713 que resguarda los derechos
de quienes, como él, son trabajadores a domicilio.
La
explotación, la sumisión, la reducción
a servidumbre son las tres aristas esenciales de estos talleres
de la cobardía empresarial apoyados por los gobiernos
de turno y apañados en su funcionamiento.
En
la segunda parte: Los talleres denunciados y la cantidad que
hay en la ciudad y en el país. Denuncias y más
denuncias…
FUENTES:
diarios, prensa Defensoría del pueblo de la Ciudad, fuentes
propias.
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