PRODUCCIÓN
ESPECIAL SOBRE MARÍA EVA DUARTE DE PERÓN
EVA
DUARTE DE PERÓN / LAS VARIAS FACETAS DE SU CORTA VIDA:
LA NIÑA, LA ACTRIZ, LA ESPOSA, LA PRIMERA DAMA, SU TAREA
SOCIAL, FUNERALES Y RECUERDOS MÚLTIPLES
Producción
de Haydeé Dessal y Elena Luz González Bazán
especial para Latitud Periódico
28
de julio del 2014. Actualizado el 26 de julio del 2016
26
DE JULIO DE 1952
Producción
de Latitud Periódico
6
de agosto del 2015
EVA
PERÓN fallece cuando había cumplido 33 años.
Radio Nacional anunciaba su deceso, aquella noche, a las 20.25
horas, de la siguiente forma: "¡Nuestra líder
espiritual ha muerto!".
Había nacido el 7 de Mayo de 1919 en Los Toldos, Provincia
de Buenos Aires. Evita era hija ilegítima de una cocinera.
En aquellos tiempos, una bastarda, mote que significaba discriminación.
Siendo
ya novia de Juan Perón, cuando es detenido y llevado a
Martín García en octubre de 1945, luego de dejado
en libertad, se casan y en las elecciones del 24 de febrero del
año siguiente, Perón es electo presidente de nuestro
país.
Evita jugó un papel a partir de la Fundación que
llevó su nombre
Falleció
en el año 1952. Aunque su vida fue corta, impulsó
toda una serie de transformaciones sociales que fueron las sustanciales
para que fuera amada y odiada con la misma intensidad. El voto
femenino, lucha y conquista de muchas mujeres fue cristalizado
por su lugar de primera dama. En 1951 las mujeres obtuvieron su
carta de ciudadanía.
El
21 de agosto de 1951, Evita enfrentó una importantísima
movilización del movimiento obrero que le pidió
que acompañara al general Perón como vicepresidenta
de la Nación, cargo que rechazó en lo que se conoce
como el Renunciamiento de Evita. Once meses después moría…
MARÍA
EVA DUARTE trabajó como actriz entre 1936 y 1945.
La mayoría de sus roles fueron de reparto, salvo en la
película Luna de Miel y La Pródiga que hizo el papel
estelar. En "La cabalgata del circo" también
tuvo un rol destacado aunque antagónico a la protagonista.
Por otro lado en radio Belgrano tuvo mucho éxito como cabeza
de compañía del ciclo "Mujeres de la Historia".
“Luna de miel de Inés” (1938). También
hizo un ciclo con NARCISO IBAÑEZ MENTA, en en una audición
radial (Radio Belgrano, 1944)
EVITA
DUARTE
en "La pródiga" (Mario Soffici, 1945)
LA
PLATA LLEVÓ SU NOMBRE
CARPANI
/ EVITA
CON
LAS ENFERMERAS
En
su natalicio: Un
7 de mayo, pero de 1919, nacía Eva Duarte en Los Toldos,
provincia de Buenos Aires.
Abanderada de los humildes, dijo para la posteridad: "Si
este pueblo me pidiese la vida, se la daría cantando, porque
la felicidad de un solo descamisado vale más que toda mi
vida".
CARTA
A EVA PERÓN // 1950
Documentos escritos. Fondo Sociedad de Beneficencia.
Transcripción:
Córdoba
Octubre de 1950...
Señora
Doña:
María Eva Perón
Excelentísima Señora:
Con el más profundo respeto me dirijo a Ud. solicitándole
su piadosa ayuda en las tristes circunstancias por las que estoy
atravesando.
Me encuentro en la indigencia y quisiera pedir una ayuda, mensual
para solventar mis necesidades y la de dos pequeñas hijitas,
una de ellas, ya de edad de siete años, que necesita instrucción
y aun no he podido dársela.
Resido en la ciudad de Córdoba y tengo el testimonio de
personas honorables que me conocen y a las cuales les consta que
carezco en absoluto de recursos.
Le ruego quiera perdonar mi atrevimiento y recibir mi más
humilde y respetuoso homenaje.
Noemí
González
Brasil 357 Barrio Colón Córdoba.
Esta es la puerta de la vieja mansión Alzaga Unzué,
frente a Plaza Francia, donde vivió hasta su muerte
Llega
a Madrid (España) Eva Duarte de Perón, esposa
del presidente argentino, Juan Domingo Perón, siendo
acogida con numerosas manifestaciones populares de agradecimiento,
por la ayuda económica prestada por Argentina al pueblo
español. 1947
EVITA
pateando la pelota
EVITA
EN EL CAMPEONATO DE FÚTBOL, JUNTO A PERÓN
7
de Mayo Cumpleaños de María Eva Duarte
Evita a la edad de un año, junto a sus hermanos, 1920.
Documento fotográfico. Inventario 348493
María
Eva Duarte de Perón saliendo de la residencia presidencial,
1946.
Documento fotográfico. Inventario 194699.
MARÍA
EUGENIA ALVAREZ la última enfermera de EVITA
MARÍA
EUGENIA ALVAREZ
La
última enfermera de Evita: "Perón lloró
como no vi llorar a ningún hombre"
María
Eugenia Álvarez tiene 87 años. Asistió a
María Eva Duarte de Perón hasta el último
minuto de vida. Fue galardonada con el "Premio a la Excelencia"
por el Parlamento Mundial Para La Seguridad y la Paz. Se enoja
cuando habla del tratamiento que se le dio al cuerpo de la esposa
del ex Presidente y sostiene que muchos de los que han hablado,
mienten. "Evita siempre fue humilde, murió con un
pijamita de villela" color celeste, reveló
María Eugenia Álvarez, la enfermera que atendió
a Evita durante la enfermedad que terminó con su vida en
1952, dialogó con LaNoticia1 y recordó a la "abanderada
de los humildes".
La mujer comenzó a formarse en su profesión a los
15 años, llegó a ser directora del internado de
enfermeras de la Fundación Eva Perón. Recientemente,
el Parlamento Mundial Para La Seguridad y la Paz, le entregó
el "Premio a la Excelencia" como representante de todos
los enfermeros en su día.
Álvarez integró equipos de apoyo humanitario enviados
a varios países vecinos. Precisamente en uno de estos viajes,
fue donde conoció a Evita. "Ella fue a agradecer el
trabajo de las enfermeras, yo era una de ellas, así que
me dio la mano y me lo agradeció profundamente", relató.
María Eugenia se considera "apolítica".
"Yo no era peronista. ¿Quién era peronista
en aquel entonces? A mi me importa un pito la política,
me importan las personas. En Evita encontré una gran mujer,
de ojos hermosos y una piel preciosa. Era una persona amable,
humilde y simple, que siempre me pedía que yo comiera al
lado de ella".
"Soy enfermera con 4 años de estudio de colegio. Todo
lo que sé lo aprendí con la experiencia, leyendo
y hasta mirando películas. A los 15 años ingresé
en el Hospital Rivadavia donde llegué atender hasta 30
partos en un día. A los 17 me dieron la gran noticia de
mi vida: Iba a cuidar a la mujer del Presidente", relató.
María Eugenia recordó ese segundo encuentro con
Evita: "El director del Hospital me dijo: 'Vas a uniformarte
y vas a cuidar a María Eva Duarte de Perón'. Yo
dije que había gente mucho más preparada que yo,
pero él insistió, tenía que ir y punto. Ella
me había elegido a mí para que la cuide", detalló
durante la entrevista.
A partir de ese momento, María Eugenia compartió
dos años junto a la primera dama. "Ese proceso lo
viví con mucha alegría, pero a la vez con mucha
tristeza. Se trataba de un cáncer de útero. Podría
contar muchísimas cosas y los médicos también,
pero de eso no hay que hablar, hay un juramento hipocrático",
agregó.
De la etapa final de la enfermedad, rescata la fortaleza de Evita
para mantener su actividad y las visitas de miembros de la Fundación
Eva Perón con quienes planeaba la construcción de
obras sociales. "Aunque era una mujer enferma se reunía
con los ingenieros para pensar las obras de la Fundación",
explicó.
Álvarez recordó la noche del 25 de julio de 1952,
cuando Eva Perón tuvo un último momento de lucidez
de la que ella fue testigo de excepción. "La ayudé
a ir al baño. Se lavó las manos y mirándose
al espejo dijo: 'Ya queda poco' y yo le dije: 'Si señora,
falta poquito para ir a la cama'. Ella me contestó: 'No
María Eugenia, a mí me falta poco'.
María Eugenia escuchó las últimas palabras
de Evita y recogió sus lágrimas con un pañuelo.
Minutos más tarde, entró en un coma que terminó
con su muerte a las 20.25 del 26 de julio. "Cuando falleció,
su figura quedó como angelada. Murió con la humildad
con la que vivió, vistiendo un pijamita de villelita"
recordó refieriéndose a la textura de la tela que
se usaba por entonces para la ropa de cama.
Sencilla, humilde y emotiva, quizás por el legado que recibió
de ser una testigo privilegiada de la historia argentina, María
Eugenia reveló que "los últimos días
de Evita fueron al lado de su marido". "El General Perón
amó a esa mujer. El día que murió, Perón
lloró como no vi llorar a ningún hombre en mi vida",
concluyó emocionada.
LOS
ÚLTIMOS DÍAS DE EVITA
El
testimonio de Olga Viglioglia de Torres da cuenta de que, hasta
último momento, Evita no daba el brazo a torcer:
vi a Evita por última vez, cuando llamó a un grupo
de mujeres porque quería que nos metiéramos en política,
pero eso no era para mí. Eso fue el 12 de julio, ella murió
el 26. Unos días antes me había recibido a solas.
Estaba muy débil pero igual seguía trabajando. En
eso llegó Perón, que no quería que ella se
agitara. Se armaba un revuelo bárbaro en la residencia
cuando llegaba el general. Entonces me dijo: “Metete en
el baño y dejá la puerta entornada para que crea
que no hay nadie…” Y el general subía apurado
las escaleras y preguntaba: “¿Cómo está
Eva… cómo está Eva…?” Y la besaba
mucho, la abrazaba. Por eso cuando dicen que no la quería…
Dos días después de eso recibió a un grupo
de mujeres. Allí la vi ya muy mal. Nos habló a todas.
Nos dijo: “Cuando yo ya no esté, traten de seguir
con la política de Perón”, pero pocas la escuchaban:
todas estábamos llorando. 5
Su salud seguía empeorando y para mejorar su atención,
se preparó como si fuera una habitación de hospital
el cuarto de vestir de Perón. Allí estaban la cama
de Evita y la de su enfermera.
Perón
recordaba así aquellos días finales:
Aquellos días de cama fueron el infierno para Evita. Estaba
reducida sólo a piel, a través de la cual se percibía
ya el blancor de los huesos. Sólo los ojos parecían
vivos y elocuentes. Se posaban sobre todas las cosas, interrogaban
a todos; a veces estaban serenos, a veces me parecían desesperados.
Las fuerzas la habían abandonado. Cuando sintió
cercano su fin, quiso escribirme una carta que yo conservo todavía
entre las pocas cosas que representan mi mundo de ahora y mi fortuna
de siempre. La dictó a una secretaria, después agregó
algo ella misma con una caligrafía vaga y trémula.
[...]
A mediados de julio arreciaron sus dolores. Las crisis se sucedían
de manera agobiadora. Eran tan intensos que a veces pedía
morir. Unos días antes de su muerte, y mientras sufría
una crisis dolorosa dijo: “Yo he besado a mis descamisados
sabiendo que muchas veces eran enfermos, tuberculosos y leprosos.
Siempre pensaba y decía que Dios no me mandaría
tanto dolor porque yo todo lo hacía por los pobres... y
ahora Dios me manda todo esto. Es demasiado. Pero si Dios lo manda,
bien está”. El 16 de julio nos dijo: “Anoche
hice un examen de conciencia y estoy tranquila con Dios. Yo no
hice otra cosa que atender a los pobres, a los trabajadores, y
quererlos y trabajar fanáticamente por Perón. ¿Qué
mal puede haber en eso? Si alguna falta he cometido en mi vida,
con estos dolores ya he pagado suficiente”. 6
Perón no sabía cómo levantarle el ánimo.
La noche del 21 al 22 de julio, se le ocurrió que llamaran
al modisto de Evita, Paco Jamandreu, para que se presentara en
la residencia. Jamandreu recordaba así los hechos:
Volé a la cita. Por el camino me hice mil conjeturas. Llegué.
Perón ahora no lucía aquella sonrisa que yo recordaba
tanto. Fue breve:
- Eva se muere. Tengo que apelar a tus sentimientos. Aunque no
te hemos visto últimamente te recordamos con mucho cariño.
Lo que te voy a pedir es muy importante para mí: quiero
hacerle creer a Eva que preparamos un largo viaje y que vos le
estás diseñando ya la ropa. Si vos me hicieras en
seguida, para hoy mismo (eran las dos de la mañana) unos
dibujos en colores, yo haría que abrieran sederías
para que puedas elegir las telas. Aunque no será fácil
el hacérselo creer. Pero trataremos de levantarle su ánimo.
¿Te das cuenta? Una mentira piadosa. [...]
Le llevé los diseños yo mismo a la mañana
siguiente. De la recámara escuché la voz apagada
de Eva Perón:
- ¡En qué poco tiempo ha hecho los diseños!
¡Qué bonitos! Debería ser modisto en París.
Allí tendría mucho éxito. Tenés que
explicarle que ahora estoy muy flaca. Tendrá que achicar
las medidas. Que empiece con deshabillés. Después
seguiremos con los otros.
Perón salió a despedirme. Había lágrimas
en sus ojos:
- Ya ves. La hemos hecho feliz. Te llamaré. Prepará
algunos vestidos. No creo que llegués a probárselos,
pero hacé algo. Te estoy muy agradecido, pibe.7
Pero Eva no se dejaba engañar por esas mentiras piadosas,
sabía lo que estaba ocurriendo. Así se lo hizo saber
a uno de sus más antiguos conocidos, de los tiempos de
Junín, Oscar Nicolini:
Me marcho. Sin remedio. Lo sé. Aparento vivir en un sopor
permanente para que supongan que ignoro el final. Es mi fin en
este mundo y en mi patria. Pero no en el recuerdo de los míos.
Ellos siempre me tendrán presente, por la simple razón
de que siempre habrá injusticias y, entonces, regresarán
a mi recuerdo todos los tristes desamparos de esta querida tierra.
Has sido, Nico, hombre de una sola pieza y tu afecto y solidaridad
entibiaron muchas veces mi alma dolorida. Por eso ahora, cuando
voy a mostrarme ante Dios, te digo (en este instante no cabe sino
la verdad desnuda): poseí dos vidas. Antes de Perón
y con Perón. La primera no cuenta. La otra, en cambio,
ha sido maravillosa. Me posibilitó el amor al pueblo y
del pueblo. De esta vida seguiré conversando en el cielo.
¡Hasta la eternidad, Nico!8
Las veinte y veinticinco
Existen distintas versiones sobre los momentos finales de Evita.
Según su enfermera, la última vez que la oyó
hablar fue “unos días antes de su fallecimiento,
casi a las tres de la mañana”, cuando le pidió
que la acompañara al baño y al volver le dijo
—Ya queda poco.
A lo que respondí: —Sí, señora, queda
poco para ir a la cama.
—No, María Eugenia. No, querida. A mí me queda
poco.
Volvimos despacito caminando y la acosté. La arropé
bien, puse la ropa de cama debajo del colchón. Fui volando
a buscar al médico y le expliqué lo que había
pasado. Le tomó el pulso, la revisó y le hicimos
un inyectable. Nunca más escuché la voz de Eva Perón.
[...] Después de ese momento Evita entró en un sopor…
para mí era la agonía y si en algún momento
habló no la escuché. Su hermana Chicha dice que
en un momento habló con ella, no lo recuerdo, puedo aceptar
que a lo mejor fue así, quizá cuando fui al baño
o me cambié el uniforme. 9
Perón, en cambio, asegurará:
Un día antes de morir me mandó llamar porque quería
hablar a solas conmigo. Me senté sobre la cama y ella hizo
un esfuerzo por incorporarse. Su respiración era apenas
un susurro: “No tengo mucho por vivir –dijo balbuceante–.
Te agradezco lo que has hecho por mí. Te pido una cosa
más –las palabras quedaban muertas sobre sus labios
blancos y delgados; su frente estaba brillante de transpiración;
volvió a hablar en tono más bajo, su voz era ahora
un susurro–: …no abandones nunca a los pobres. Son
los únicos que saben ser fieles”. 10
Finalmente, hay quienes aseguran que las últimas palabras
de Evita habrían sido pronunciadas en aquella fría
mañana del sábado 26 de julio de 1952, cuando le
dijo a su mucama Hilda Cabrera de Ferrari: “Me voy, la flaca
se va, Evita se va a descansar”. Después, entró
en coma. 11
Todas las fuentes coinciden, en cambio, en el instante de su deceso:
las veinte y veinticinco, que por años sería recordado
puntualmente en todas las radios del país como la “hora
en que la Jefa Espiritual de la Nación pasó a la
inmortalidad”. En torno de Eva, además de su enfermera,
estaban el General, Apold, Nicolini, Juancito Duarte, el doctor
Taquini, el doctor Mendé, el padre Benítez, Renzi
y el maestro Finochietto que lloraba desconsoladamente. En el
cuarto contiguo estaban la mamá y las hermanas.
Fue un momento muy fuerte, pero muy fuerte… para mí
muy fuerte… Quedó como angelada… bella…
en paz. No tuvo estertor como lo tienen otros enfermos, fue como
si se hubiera dormido, hasta que no hubo más pulso, ni
más respiración. Se fue tranquila, en una paz absoluta.
El maestro Finochietto le tomó el pulso para tener la seguridad
absoluta, y en ese momento vi que los ojitos de Evita lagrimearon
y pensé “serán sus últimas lágrimas,
¿hacia dónde irán?” Recordé
que debajo de la almohada estaba su pañuelo. Lo saqué
y sequé sus lágrimas pero no opté por ponerlo
otra vez debajo de la almohada sino que lo guardé en mi
bolsillo.
Hoy he decidido dejarlo donde debe estar, en el Museo Evita.
En su mesita de luz estaba la banderita de brillantes que le había
obsequiado la CGT, un prendedor con forma de loro que le había
regalado la mujer de Franco y una fotografía suya como
protagonista de la película La Pródiga. Adoraba
ese film y por eso tenía la fotografía en su mesa
de luz. En el momento de su muerte vi la foto y la metí
en el bolsillo de mi delantal. Me dije: “Yo me robo la foto”,
así lo pensé y así lo hice.
En ese momento pensé en tomar la banderita y dársela
al General pero finalmente no lo hice, quizás así
se hubiera salvado del saqueo. [...] 12
Después de guardar sus lágrimas en un pañuelo
y su foto, vi que el General lloraba como un niño y llegó
a decirme:
—Qué solo me quedo, María Eugenia.
¡Qué razón tenía ese hombre! A partir
de ese momento su más fiel compañera ya no iba a
estar más, la mujer que más lo amaba y respetaba
en el mundo ya no estaba. Y este hombre lloraba, es tremendo ver
llorar a un hombre, nunca había visto llorar a alguien
así. Ese hombre de la República ¡cómo
lloraba sentado en la silla de su dormitorio! 13
A las 21.36, una voz destinada a pasar a la historia, la del locutor
oficial Jorge Furnot, le confirmaba al mundo la noticia a través
de la Cadena Nacional:
Cumple la Subsecretaría de Informaciones de la Nación
el penosísimo deber de informar al pueblo de la República
que a las 20.25 horas ha fallecido la señora Eva Perón,
Jefa Espiritual de la Nación.
Referencias:
1 Testimonio de Atilio Renzi, en Otelo Borroni y Roberto Vacca,
La vida de Eva Perón. Testimonios para su historia, Tomo
I, Buenos Aires, Editorial Galerna, pág. 299.
2 Ibídem, pág. 297-298, y Borroni y Vacca, La vida...
cit., pág. 290.
3 Testimonio de Atilio Renzi, en Borroni y Vacca, La vida... cit.,
pág. 298.
4 Norberto Galasso, Yo fui el confesor de Eva Perón. Conversaciones
con el padre Hernán Benítez, Homo Sapiens, Rosario,
1999, pág. 58.
5 Testimonio de Olga Viglioglia de Torres, en Siempre Evita cit.,
pág. 16.
6 Juan Perón, Del poder al exilio. Cómo y quiénes
me derrocaron, Buenos Aires, Ediciones Síntesis, 1982.
7 Paco Jamandreu, La cabeza contra el suelo. Memorias, De la Flor,
Buenos Aires, 1975, pág. 104.
8 En Borroni y Vacca, La vida... cit., pág. 294.
9 María Eugenia Álvarez, La enfermera de Evita,
Buenos Aires, Ediciones del Instituto Nacional de Investigaciones
Históricas Eva Perón, Buenos Aires, 2010, 38-39.
10 Juan Perón, Del poder al exilio... cit.
11 Borroni y Vacca, Marysa Navarro y otras fuentes (posiblemente
basadas en las dos anteriores) señalan que ocurrió
en horas de la tarde, después de un comunicado oficial
de las 16.30, que anunciaba: “El estado de salud de la señora
Eva Perón ha declinado sensiblemente”.
12 María Eugenia Álvarez, La enfermera de Evita,
cit., pág. 39.
13 Ibídem, págs. 59-60.
Latitud
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