La verdad es una antorcha que luce entre la niebla, sin disiparla.

Claude Adrien Helvétius

 

Si los hombres, una vez que han hallado la verdad, no volviesen a retorcerla, me daría por satisfecho.

Johann Wolfgang Goethe

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RAUL MANUEL LOGARZO

EL ULTIMO MILITANTE FERROVIARIO

Por Hugo Mengascini especial para Latitud Periódico

30 de abril del 2012

Nacido en Lobos, el 23 de octubre de 1915, Raúl Manuel Logarzo llegó a Tandil hacia mediados de la década del cuarenta. Especialista en calderas, había ingresado en el ferrocarril durante el año 1936, en los galpones de Remedios de Escalada. Lugar donde, comprometido con los ideales libertarios, comenzaría su militancia sindical y política.
Con el correr de los años conoció a Ibis Perla Villar, la joven que, en palabras del historiador local Hugo Nario, “rompió los moldes políticos masculinos” en Tandil y sería su esposa y compañera de lucha.

En la plenitud de su militancia en el partido comunista padeció el secuestro, el encierro infame y los castigos corporales. Persecución que se inició en abril de 1955 en la localidad de Ayacucho, cuando “Logarzo fue introducido por la fuerza en un automóvil y llevado con rumbo desconocido...Muebles, ropas, cajones, colchones y libros diseminados por el piso daban la pauta de que allí se había efectuado...un hecho vandálico”, manifestaba el diario La Verdad de Ayacucho; en tanto que Ibis, próxima a dar a luz, se encontraba junto a sus familiares en Tandil. Luego de nueve meses desaparecido, se supo que había permanecido preso en la cárcel de La Plata, en cuyo transcurso, ella perdió a su niño en un parto complicado.

A partir de entonces, y hasta 1971, soportaría alrededor de veinte detenciones y largos períodos de prisión en Azul, Caseros, Devoto, Magdalena, Rosario y Trelew. Como trabajador del riel, estuvo nueve veces cesanteado en el ferrocarril y nueve veces reincorporado después de la tenaz pelea brindada por Ibis, con el apoyo de los gremios metalúrgico, de la leche y del delegado regional de la CGT, su amigo Hermenegildo Zanparutti.

Su militancia residía en la coherencia, el compromiso y la entrega profunda hacia el movimiento obrero. De modo que, cuando recibió -en diversas oportunidades- la propuesta para formar parte de la conducción del partido, prefirió continuar con su actividad en el Galpón de Máquinas de Tandil. Estaba habituado a eso, el trabajo con la gente, junto a sus compañeros. No concebía un acto de la vida sin el otro, sin el compañero, sin el camarada. Todos los días la cabeza y el cuerpo puesto en aquello, la causa.
Para muchos jóvenes fue un referente, a menudo frecuentaban su domicilio para formular preguntas, enfrentarse con un material y discutir acerca de los fundamentos del marxismo y de la clase obrera.

De convicciones firmes, la lectura fue uno de los valores más fuertes. Siempre había una ocasión para leer y escribir en sus cuadernos de apunte. Su jornada comenzaba muy temprano todas las mañanas y, mate de por medio, con Ibis, también muy lectora, desplegaba dos o tres diarios de diferentes tendencias; analizaban, cotejaban y subraya las noticias que consideraba pertinente, para posteriormente volcarlas en las reuniones de la Unión Ferroviaria y en el partido.

En varias circunstancias, parte de su biblioteca repleta de volúmenes de distintas editoriales y temáticas (de historia, política, sindicalismo, literatura y teatro) tuvo que ser restituida tras los violentos allanamientos sufridos. Pero el mismo día que el general Aramburu era fusilado por la agrupación montoneros, Logarzo fue nuevamente privado de su libertad y, al día siguiente, no quedó nada después de aquella irrupción de la policía. Más de 600 libros, actas de la Unión Ferroviaria, diarios y revistas del gremio fueron destruidos.

En 1969, durante la dictadura de Onganía, permaneció detenido alrededor de un mes en la cárcel de Azul sin que trascendieran los motivos por los cuales fue aprehendido por la policía, a los veinte días de haber recuperado la libertad y retornado a sus tareas fue, otra vez, privado de su libertad juntamente con su compañero de ideas el médico Ricardo Weber.

Procedimiento policial que se realizó a las 4,30 de la mañana en su domicilio sin una orden del juez federal de Azul. Como Ibis se la exigiera a los uniformados, “uno de los policías dijo que si no abría romperían la ventana para penetrar en el interior”, señalaba un diario local.
Y más adelante agregaba: “la misma señora de Weber indicó que mientras su esposo permanece detenido en una oficina con estufa, a Logarzo lo tienen recluido en un calabozo. Colegas de su esposo pudieron visitarlo, pero en cambio ella misma quiso hacerlo con Logarzo y se lo impidieron”.

Su actitud militante desplegada en la comisión ejecutiva y de reclamos de la Unión Ferroviaria y, fundamentalmente, en los debates llevados a cabo acerca del problema de los ferrocarriles durante la Gran Huelga de 1961, le había proporcionado a Logarzo un importante reconocimiento entre los trabajadores del riel.

No resulta casual, pues, que muchos dirigentes sindicales peronistas de los años 50 y 60, ponderaran a este obrero marxista como el gremialista más destacado de Tandil del siglo XX.
Pero después de sus encuentros con Agustín Tosco, su participación en el Movimiento Nacional Intersindical y las duras críticas efectuadas al partido comunista, fue expulsado del mismo en 1972, en una de las “purgas” ideológicas llevas a cabo por la conducción, casi simultáneamente cuando alcanzaba su jubilación.

Amante del teatro, el cine y la danza, algunos fines de semana se acercaba a la ciudad de Buenos Aires para contemplar el baile y la actuación de su hija Perla cuando realizaba sus estudios en el Teatro Colón.

Según testigos de la época, hasta el último día se lo vio en su inseparable bicicleta, la que fue su única propiedad y le había proporcionado la empresa ferroviaria. Marxista leninista, desilusionado y traicionado por el stalinismo, el hombre de la personalidad de hierro y defensor de los derechos de los obreros postergados dejó de existir a los 72 años, el 24 de febrero de 1987, en el policlínico ferroviario de Tandil, el hospital regional que había contribuido a levantar en 1953.

En el imperio de los mercaderes de la política partidaria y sindical nos queda, de este gremialista de la vieja escuela, el mensaje de su cotidiano ejemplo y enseñanza de vida. El recuerdo y el reconocimiento, entonces, a la coherencia, la acción y la dignidad de este trabajador del riel.