COMBATE
DE SAN LORENZO - 3 DE FEBRERO DE 1813
Producción
Periodistica de Latitud Periódico
1°
de febrero del 2016
"Por
la tarde del quinto día llegamos a la posta de San Lorenzo,
distante como dos leguas del convento del mismo nombre, construido
sobre las riberas del Paraná, que allí son prodigiosamente
altas y empinadas...
No
habían corrido muchas horas cuando desperté de
mi profundo sueño a causa del tropel de caballos, ruido
de sables y rudas voces de mando a inmediaciones de la posta.
El coronel (por San Martín, a quién había
conocido en Buenos Aires en la casa de Escalada), me informó
que el Gobierno tenía noticias seguras de que los marinos
españoles intentarían desembarcar esa misma mañana,
para saquear el país circunvecino y especialmente el
convento de San Lorenzo. Agregó que para impedirlo había
sido destacado con ciento cincuenta Granaderos a caballo de
su Regimiento; que había venido (de noche principalmente
para no ser observado) en tres noches desde Buenos Aires. Dijo
estar seguro de que los marinos no conocían su proximidad
y que dentro de pocas horas esperaba entrar en contacto con
ellos.
No
tuve dificultad en persuadir al coronel de que me permitiera
acompañarlo hasta el convento...
Justo
antes de despuntar la aurora, por una tranquera en el lado del
fondo de la construcción, llegamos al convento de San
Lorenzo... Por el portón de entrada al patio y claustros,
se hicieron los preparativos para la obra de muerte. Por este
portón San Martín silenciosamente hizo desfilar
sus hombres y una vez que hizo entrar los dos escuadrones en
el cuadrado, me recordaron, cuando las primeras luces de la
mañana apenas se proyectaban en los claustros sombríos
que los protegían, la banda de griegos encerrados en
el interior de caballo de madera tan fatal para los destinos
de Troya...
El
coronel San Martín acompañado por dos o tres oficiales
y por mí, ascendió al campanario del convento
y con ayuda de un anteojo trató de darse cuenta de la
fuerza y movimientos del enemigo..., y tan pronto aclaró
el día.. Pudimos contar claramente alrededor de trescientos
veinte marinos y marineros desembarcando al pie de la barranca
y preparándose a subir a la larga y tortuosa senda, única
comunicación entre el convento y el río.
Era
evidente, por el descuido con que el enemigo ascendía
el camino, que estaba desprevenido de los preparativos hechos
para recibirlo, pero San Martín y sus oficiales descendieron
de la torrecilla y después de preparar todo para el choque,
tomaron sus respectivos puestos en el patio de abajo. Los hombres
fueron sacados del cuadrángulo, enteramente inapercibidos,
cada escuadrón detrás de una de las alas del edificio.
San Martín volvió a subir al campanario y deteniéndose
apenas un momento volvió a bajar corriendo, luego de
decirme: "Ahora, en dos minutos, estaremos sobre ellos,
sable en mano". Fue un momento de intensa ansiedad para
mí. San Martín había ordenado a sus hombres
no disparar un sólo tiro. El enemigo aparecía
a mis pies seguramente a no más de cien yardas. Su bandera
flameaba alegremente, sus tambores y pitos tocaban marcha redoblada,
cuando en un instante y a toda brida, los dos escuadrones, desembocaron
por atrás del convento y flanqueando al enemigo por las
dos alas, comenzaron con sus lucientes sables la matanza que
fue instantánea y espantosa. Las tropas de San Martín,
recibieron una descarga solamente, pero desatinada, del enemigo.
Todo lo demás fue derrota, estrago y espanto entre aquel
desdichado cuerpo... La carga de los dos escuadrones instantáneamente
rompió las filas enemigas y desde aquel momento los fulgurantes
sables hicieron su obra de muerte tan rápidamente, que
en un cuarto de hora el terreno estaba cubierto de muertos y
heridos. Un grupito de españoles había huido hasta
el borde de la barranca; y allí, viéndose per
seguidos por una docena de granaderos de San Martín,
se precipitaron barranca abajo y fueron aplastados en la caída...
En
vez de rendirse como prisioneros de guerra, dieron el horrible
salto que los llevó al otro mundo...
De
todos los que desembarcaron volvieron a sus barcos apenas cincuenta.
Los demás fueron muertos o heridos, mientras San Martín
solamente perdió, en el encuentro, ocho de sus hombres.
Esta
batalla (si batalla puede llamarse) fue, en sus consecuencias,
de gran provecho para todos los que tenían relaciones
con el Paraguay, pues los marinos se alejaron del río
Paraná y jamás pudieron penetrar después
en son de hostilidades".
Cartas:
J.P. y G.P. Robertson - t. II, p. 144 - Recopilación
realizada por José Luis Busaniche
Caracteres: