RAÚL
GONZÁLEZ TUÑÓN
Por
Elena Luz González Bazán especial para Latitud
Periódico
26
de septiembre del 2016
Raúl
González Tuñón nació en Buenos Aires,
el 29 de marzo de1905, y murió en la misma ciudad el
14 de agosto de 1974.

Fue
uno de los más importantes poetas argentinos del siglo
XX. "Amigo de las gentes, de las mujeres amantes y del
vino, una suerte de François Villon criollo, cantor de
las tabernas, las grandes fiestas y duelos e insurrecciones
populares", según lo definió Pedro Orgambide.
LA
ROSA BLINDADA
Fue
una prestigiosa editorial de los años 60 y 70, que dejó
de aparecer cuando José Luis Mangieri falleció
el 1º de noviembre del 2008.
Esta
editorial y su editor honraron a muchos escritores que pudieron
publicar por primera vez con ese sello, una mezcla de Mangieri
y González Tuñón.
Mujer,
Sociedad y Política nace en julio del 2007, tiempo antes
que nos deje José Luís. También fue el
primer editor de Juan Carlos Cena, en varios de sus libros,
entre ellos: EL FERROCIDIO.
Cosas
de la cultura y de la suerte de poder conocer a estos personajes
que marcaron y dejaron su sello a la cultura nacional.
En
esta entrega: JOSÉ LUIS MANGIERI hablando de GONZÁLEZ
TUÑÓN y un poemario de Raúl González
Tuñón y LA ROSA BLINDADA.
Por
José Luís Mangieri especial para Villa Crespo
Digital
4
de abril del 2005 (Este trabajo lo escribió en ese momento
y nos entregó estas líneas para la publicación
en el portal de Villa Crespo Digital).

Nació
en 1905, el mismo año que Osvaldo Pugliese y que Alfredo
Palacios fuera elegido el primer diputado socialista de América.
En el mundo tronaba la guerra ruso-japonesa que perdió
el zar de Moscú. Nació en el barrio Once que cantara
su amigo Carlos de la Púa en su libro La crencha engrasada,
que tenía una dedicatoria: “Para Jorge Luís
Borges y Raúl González Tuñón, mis
rivales en el amor a Buenos Aires”.
Raúl,
junto a su hermano Enrique, perteneció legítimamente
a la Generación del '22 con Borges, Rega Molina, César
Tiempo, Oliverio Girondo, todos amparados por Ricardo Güiraldes
que tiernamente decía: “Raúl tiene los ojos
llenos de Rusia”.
En
1965 escribí en el editorial de la revista La Rosa Blindada:
“A los sesenta años de su vida -que cumple el 29
de marzo- su nombre es consigna de las nuevas promociones contra
el conformismo de los simuladores de talento, que solapadamente
pretenden sancionar esta oleada revalorativa de su vida y de
su nombre. Pero él es el más joven de todos nosotros”.
POEMAS DE LA ROSA BLINDADA
Recuerdo
de Manuel Tuñón
Era
un obrero del bronce
aquel que en Mieres nació.
Fuese a América con barba
pero allá se la quitó.
Tenía yo nueve años
cuando un día me llevó
por entre los sobresaltos
de una manifestación.
Así nací al socialismo,
así comunista soy,
así sería si viviera
mi abuelo Manuel Tuñón.
En la Antigua Casa Snokel
treinta años trabajó.
Algo dejó que aún late
además de su reloj.
Solía beber vino en bota
como ahora lo hago yo
Un día dejó la fábrica
y al otro día murió.
Por la Antigua Casa Snokel
Pienso cuando paso yo
¡pena grande que no viva
mi abuelo Manuel Tuñón!
Pena grande que no viva
para verla como yo
a Asturias en pie de sangre
para la revolución.
Raúl
González Tuñón
Algunos
secretos del levantamiento de Octubre
A Alberto Sánchez, escultor y pintor
I
Donde el carbón se junta con la sangre
y la ametralladora bailarina
lanza sus abanicos de metralla.
Donde todo termina.
Ya vienen las mujeres con sus hijos
de la mano, en los brazos y en el vientre.
Dentro del gran bostezo de la mina
crece un grisú de soledad ardiente.
Donde todo termina.
Apuntad bien y sobre el barro caigan
donde el terror se junta con la sangre.
Ya están ahí los mercenarios.
Donde todo termina.
Su sangre no es abono.
Por el río que arrastra el grano oscuro
corre la sangre favorable
de obreros fusilados contra el muro.
Donde todo termina.
Cómo se pasa del carbón al plomo.
Cómo se pasa del esclavo al hombre.
Somos miles de muertos favorables.
Donde todo termina.
Incorporaos sobre nuestra muerte
y en su arsenal de polvo
fundid las nuevas armas.
Donde todo termina.
Donde el carbón se junta con la sangre
pronto desbordará los horizontes
el ejército muerto que dirige
un mariscal de hueso y de ceniza.
Donde todo termina.
II
Escuchad la tormenta,
bata el palo sobre la ropa oscura.
Lavad, mujeres de mineros,
la ropa oscura.
La ropa del carbón y de la muerte,
del barro y de la arena
que en el Nalón y en el Caudal arrastran
las aguas de la cuenca.
Oh, veteranas.
Bandera, el overall agujereado,
espectro del coraje el trapo comunero.
Detrás del viento entre carbón y escarcha
viene el invierno con el hambre.
Viene el invierno fusilando muertos,
decretando osamenta,
persiguiendo a los hijos de los muertos
donde madura el grito de los muertos,
donde la dignidad va madurando.
Va madurando sobre la derrota
donde se junta el aire con el humo
y un sol de vidrio opaco, forastero,
ve desfilar hacia el túnel sonoro
mineros y mineros y mineros.
Donde todo termina.
Raúl
González Tuñón
La
Libertaria
A
la memoria de Aída Lafuente,
Muerta
en la cuenca minera de Asturias.
Madrid, 1935
A
Eduardo Ugarte
Estaba toda manchada de sangre,
estaba toda matando a los guardias,
estaba toda manchada de barro,
estaba toda manchada de cielo,
Estaba toda manchada de España.
Ven catalán jornalero a su entierro,
ven campesino andaluz a su entierro,
ven a su entierro yuntero extremeño,
ven a su entierro pescador gallego,
ven leñador vizcaíno a su entierro,
ven labrador castellano a su entierro,
no dejéis solo al minero asturiano.
Ven, porque estaba manchada de España,
ven, porque era la novia de Octubre,
ven, porque era la rosa de Octubre,
ven, porque era la novia de España.
No dejéis sola su tumba del campo
donde se mezclan el carbón y la sangre,
florezca siempre la flor de su sangre
sobre su cuerpo vestido de rojo,
no dejéis sola su tumba del aire.
Cuando desfilan los guardias de asalto,
cuando el obispo revista las tropas,
cuando el verdugo tortura al minero,
ella, agitando su túnica roja,
quiere salir de la tumba del viento,
quiere salir y llamaros hermanos
y renovaros valor y esperanza
y recordaros la fecha de Octubre
cuando caían las frutas de acero
y estaba toda manchada de España
y estaba toda la novia de Octubre
y estaba toda la rosa de Octubre
y estaba toda la madre de España.
Raúl
González Tuñón
La
muerte acompañada
A
José María Navas
Allí
donde los entierran
Nace una azucena blanca.
(Romance
de Tristán de Leonis y de la Reina Iseo)
Venid
a ver los que hicieron
volar el puente a la aurora.
Volaron aurora y puente
como una bandera roja.
Ella y él, un solo cuerpo.
Venid a la calle angosta
donde los velan cubiertos
por una bandera roja.
Cuando de los Regulares
llegaban primeras tropas
ellos volaron el puente.
La explosión trajo la aurora,
la aurora trajo la muerte,
las esquirlas de la bomba
clavaron cien puñalitos
de acero en sus carnes mozas.
La explosión trajo la muerte,
la muerte trajo la aurora,
color de muerte y de sangre
tiene la bandera roja.
Venid todos, camaradas
de la cuenca a la redonda,
para ver cómo sonríen
bajo la bandera roja.
Para ver a los que hicieron
volar el puente a la aurora.
La explosión trajo la muerte,
la muerte trajo la gloria.
En el centro de la tarde
La Internacional entonan.
Allí donde los entierran
nace una azucena roja.
Raúl
González Tuñón
El
pequeño cementerio fusilado
A
Luis Lacasa
Él
sabe quiénes son los que renuevan el homenaje, alegoría
del domingo.
Cada semana las tumbas de los fusilados aparecen cubiertas de
flores silvestres.
En
las cruces la intemperie comienza a desteñir los nombres.
Cada tumba se parece a otra.
Cada
muerto se parece a otro a medida que el tiempo transcurre.
Hasta que un día la ceniza se comunique definitivamente
entre la tierra por los canales subterráneos de la muerte.
Sin
embargo, las mujeres, como las madres de la guerra, huelen al
sepultado; van directamente a la tumba, dejan la flor y la lágrima.
A veces miran las otras tumbas como diciendo: Estáis
ahí, camaradas.
Él sabe todo lo que se puede saber.
Él
sabe todo lo que puede saber un sepulturero.
Que los pobres no olvidan, que el pueblo vigila sus huesos caídos.
Que nada, ni el terror mismo vestido de obispo, ni el verdugo,
ni el hambre,
pueden hacer retroceder la promesa, el recuerdo y el llanto.
A veces el sol calienta la losa.
Los
insectos van a buscar su parte de muerte.
Volver al polvo quiere decir muchas cosas, seguir trabajando,
oh mineros.
A veces un viento hullero trae el saludo de la mina a los desertores.
Los árboles del cementerio transmiten su mensaje enloquecido.
A veces la lluvia lava el ya oxidado adorno de níquel.
Un
hilo de agua corre como la baba útil de la muerte.
En
los días que siguen el cementerio registra los espléndidos
llantos.
Algo queda en el aire de vital, algo queda que recuerda lo que
ha de suceder,
algo queda que nos hace pensar en lo que aún no ha acontecido,
algo queda que nos relata un hecho que ocurrirá mañana.
Uno
tiene ganas de gritar: ¡Vuestras mujeres no olvidan,
vuestros compañeros no olvidan,
vuestros poetas no olvidan!
De
todas maneras es posible poner el oído en el caracol
de la muerte.
Cómo sube la violenta marea de la ceniza.
Cómo
surcan los veleros del hueso las posibilidades más remotas.
El morir por la revolución existe, es un hecho favorable.
Nosotros sabemos lo que se debe saber.
De
todas maneras cada semana la flor anuncia un constante recuerdo.
Si está sola su insistente perfume se reparte y murmura:
Camaradas, vosotros estáis ahí.
Raúl
González Tuñón
FUENTES: Páginas literarias y fuentes propias.
Caracteres:
9557
"Eche veinte
centavos en la ranura - Raúl González Tuñón"