DECLARACIONES
IMPERDIBLES DEL DOCTOR ARTURO UMBERTO ILLIA
LOS
POLÍTICOS ACTUALES TIENEN MUCHO, PERO MUCHO QUE APRENDER...
Por Elena Luz González Bazán
especial para Latitud Periódico
18
de enero del 2018 *
Fue presidente de la Nación en el trienio
de 1963 a 1966, desalojado por un golpe de estado, el que encabezó
Juan Carlos Onganía, aquel gobierno de facto se autotituló:
Revolución Argentina.
Al mes, Bastones Largos, la persecución
y otros días largos... oscuros y negros...
El doctor Illia murió en la total pobreza...
un hombre DIGNO, ETICO, como pocos... no tenía inmuebles
en Puerto Madero que alquilaba a precios exorbitantes aumentando
un patrimonio que debiera ser investigado por la JUSTICIA...
raudamente...
En estas declaraciones que hemos tomado y otras
anteriores, Illia habla de la DEMOCRACIA, el papel del presidente,
de la Justicia, de los partidos políticos... de las responsabilidades
ciudadanas.
Entregamos un tramo de la entrevista que diera
a Gente, al año de su Segundo derrocamiento, porque el
primero fue cuando lo expulsan del hospital, algo que cuenta,
y las declaraciones de 1982, 16 años después de
haber sido derrocado.
DIGNIDAD, COHERENCIA, ÉTICA, PRINCIPIOS...
no se trata de partidocracias, se trata de un ejemplo de vida...
EL
PRIMER DERROCAMIENTO
Pero el doctor Illia, quien fuera médico
ferroviario sostenía a la Revista Gente, al año
del golpe, el 28 de junio de 1967:
¨Yo tenía 29 años y era médico
del ferrocarril, en Cruz del Eje, cuando fue la revolución
de Uriburu en el 30. A los pocos días llegó el
interventor a la ciudad, y todos fueron a saludarlo y a estar
cerca de él. El médico que estaba conmigo me dijo
que sería conveniente que vayamos nosotros también
a verlo, "Vaya usted -le dije-, yo no tengo interés".
Parece
que lo consideraron una falta de cortesía porque al tiempito
vino el interventor mismo, que se llamaba Albariños y
era teniente coronel, para conocer de cerca al "medicullo
ése", según dijo... Yo estaba atendiendo
a un enfermo cuando el enfermero vino todo asustado a decirme
que estaba el interventor en el hospital. "Que lo atienda
el otro médico", le dije. "¿No ve que
yo estoy ocupado ahora!" Le puse el termómetro en
la boca a mi paciente, y en ese momento entró este señor
Albariños acompañado por el otro médico.
Parece que había pedido conocerme. Yo le dije "mucho
gusto" y seguí atendiendo a mi paciente, que seguía
con el termómetro en la boca. Era una situación
molesta porque nadie se animaba a decir una palabra, y se notaba
que el interventor estaba inquieto porque yo no le daba corte.
En una de esas por querer decir algo, se dirige a mí
y me dijo con tono autoritario "¿Qué tiene
ese paciente?" "Un termómetro", le contesté
yo alzando la voz. Me miró y yo le aguanté la
mirada. Se fue. A la hora yo estaba exonerado por "razones
de mejor servicio". Cuando estaba haciendo las valijas
en mi hotel vino un grupo de ferroviarios que me pidieron que
me quede en el pueblo, por eso seguí allá, pero
fuera del hospital. Fue mi primer derrocamiento... "
Habían pasado 16 años de su derrocamiento
cuando, el expresidente, hizo las siguientes declaraciones...
tienen total actualidad.
DECLARACIONES
DE SEPTIEMBRE DE 1982
No
hay sociedades ideales. No hay organización permanente.
El cambio es continuo. En una sociedad, nada es inexorable.
Lo que nosotros llamamos leyes sociales, son normas mutables.
Hasta la ley suprema puede cambiar.
La
sociedad es transformación permanente. Una organización
social es perecedera y sólo podemos extender su existencia
si la adecuamos a los cambios. Lo que fue revolucionario ayer,
hoy ya no lo es. Porque, en definitiva, ¿qué es
la revolución? Es un modo de adaptarse a una realidad
nueva, que también va a cambiar, obligándonos
a nuevas adaptaciones.
La
adaptación no sólo requiere el deseo de adecuarse,
sino un orden, un método. La democracia es el ordenamiento
más congruente con la paz, y es en la paz donde se multiplican
los logros del intelecto, y las oportunidades de incorporar
esos logros a la vida de todos.
Para
organizar un pueblo en democracia se necesitan partidos políticos.
Hay que hacerlos con mucho sacrificio, desafiando inevitables
vicisitudes, y de abajo hacia arriba, por hombres y mujeres
que se dejen acerar el espíritu. Un partido político
debe ser hecho, también, con los errores propios. Los
fracasos son, a veces, los que más importan. Se aprende
más del error que del éxito.
Un
partido político debe defender, en lugar de los intereses
de un sector, el interés de tantos sectores como sea
posible. Eso que llaman el interés general.
Un
partido político debe recordar, asimismo, que si se dedica
a mantener artificialmente algo que ha sido superado, deja de
ser actor. Se convierte en un defensor de hechos o doctrinas
del pasado.
Un
partido político debe entender que, hoy, lo revolucionario
no es el arma, no es la sangre. La revolución está
en el laboratorio. El cambio está en las manos de los
investigadores.
Un
partido político tiene que enseñar a desconfiar
de una democracia donde el Presidente de la Nación es
el personaje más importante del país. Hay que
desconfiar de una democracia donde el Presidente dice lo que
se le antoja. O donde el Presidente afirma todos los días
que va a hacer la felicidad del pueblo, que va a resolver, él,
todos los problemas de los argentinos. La democracia no se compadece
con el que pide confianza en él, en su capacidad o en
la supuesta ayuda que recibirá para solucionar, personalmente,
los problemas de la República.
En
una democracia, es necesario descentralizar las responsabilidades
del Ejecutivo. Aumentar los poderes de las provincias. Aumentar
los poderes de los municipios. Dar más oportunidades
de participación.
En
una democracia, sin embargo, el Poder Judicial debe ser más
importante que el Ejecutivo. En una democracia moderna, los
partidos deben ser los pilares del sistema, pero los personajes
centrales no deben ser los políticos. Para la economía,
no hay personajes más importantes que los investigadores
(los científicos, los técnicos) y los planificadores.
Desde el punto de vista político, como garantes de la
democracia, los actores principales son los jueces.
El
Estado no debe estar al servicio de sí mismo, sino de
la Nación. Para esto, el Estado debe abrir las puertas
de nuestra economía. La Nación debe beneficiarse
de la capacidad de realización que existe aquí
mismo, dentro de la República, y de lo que venga de otras
partes del mundo trayéndonos el cambio, introduciéndonos
en esta nueva civilización que hoy está formándose.
A
menudo se plantea la discusión entre estatismo y empresa
privada. Se discute el rol del Estado. Unos creen que el Estado
debe hacerlo todo y otros que no debe hacer nada. En realidad,
no hay razón para pensar que el estatismo o el liberalismo
económico vayan a resolver nuestros problemas. Estos
problemas no se resuelven con dogmatismos.
El
Estado no tiene por qué hacerlo todo. El gobierno no
debe controlar todo el país. Debe, sí, ejercer
cierto control para evitar una organización no funcional
de la economía, y debe, también, ejercer cierto
control sobre el futuro, sobre el planeamiento.
Pero,
para esto, el gobierno tiene que estar, a su vez, controlado
por la justicia.
Una
organización funcional de la economía es aquella
que, no por generosidad, no por compasión, procura sustentar
e incrementar el poder de compra de la mayoría. No se
va a desarrollar ninguna industria, no se va a estabilizar la
economía, si 80 ó 90 por ciento de la población
no aumenta su poder de compra.
En
esta nueva era, en la que se planifican continentes, nosotros
no podemos pensar sólo en la Argentina, como nación.
Debemos pensar en la Argentina como parte de Latinoamérica.
Crear una zona de comercio libre, sobre la base de gobiernos
democráticos
.
Esta no es época de improvisaciones. La Argentina necesita
gobiernos que comprendan lo que ocurre en el mundo, y que no
improvisen. No hay tiempo que perder.
No
pensemos que hay gente conspirando, constantemente, contra la
Argentina. No estemos siempre a la defensiva. No es cierto que
el mundo tenga sus ojos puestos en la Argentina, esperando el
momento de arrebatarnos nuestras riquezas. Los de afuera sólo
pueden interferir en nuestros asuntos si tienen, dentro, quien
les abra la puerta para eso.
Si
somos capaces de proteger el interés nacional, si tenemos
gobiernos resueltos a esa protección, nadie puede imponernos
sus puntos de vista.
Dejémonos
de prevenciones y suspicacias. Alejemos el temor a las ideas.
Estudiemos la época que vivimos. Los fantasmas se ahuyentan
con la acción.
Todos
somos culpables y, cuando todos son culpables, nadie lo es.
Esta Argentina no es el país que queremos. Cada uno de
nosotros ha arrojado, por lo menos, una piedra para destruir
lo que tuvimos y lo que pudimos tener. En este punto, todos
somos indemnes.
No
perdamos esta indemnidad. No le tengamos miedo a la ley, que
es la única autoridad no autoritaria. No tengamos miedo
entre nosotros. Luchemos, yo no digo con generosidad: luchemos
con sentido de responsabilidad. No nos quedemos con odios. No
son buenos, ni el odio ni el temor.
Hagamos política. Valientemente, si cabe la palabra.
Creo que de esa manera podremos marchar.
*
Primera versión: 22 de marzo del 2015... Llegó
el otoño.... Actualizado el 28 de junio del 2016. Nueva
actualización.
FUENTE: Historia y Doctrina de la UCR. / Producción
de Haydeé Dessal.
Caracteres:
9390