EL
TREN DE LOS MUERTOS Y HERIDOS
HOMENAJE A JORGE JULIO LÓPEZ
Por
Juan Carlos Cena especial para Latitud Periódico
18
de septiembre del 2011
EL
TREN DE LOS HERIDOS
Silencio.
Detened ese tren agonizante
Que nunca acaba de cruzar la noche.
Silencio
Que naufraga en el silencio.
De las bocas cerradas de la noche.
No cesa de callar ni atravesado.
Habla el lenguaje ahogado de los muertos …
Silencio.
Tren de la palidez mortal que asciende:
La palidez reviste las cabezas,
El ¡ay! la voz, el corazón, la tierra,
El corazón de los que malhirieron.
Silencio.
Van derramando piernas, brazos, ojos,
Van arrojando por el tren pedazos.
Pasan dejando rastros de amargura,
Otra vía láctea de estelares miembros.
Miguel Hernández
Este es el Tren de los Muertos y los Heridos, el de la judicialización
y represión a la protesta, el del abandono a las comunidades
originarias, el de la no defensa del patrimonio nacional.
No, no es un Tren Nacional y Popular, en esta nueva etapa que
se dice de los Derechos Humanos. No, ni mucho menos. Tampoco
es el Tren nacional y popular que lucha por las tierras y aguadas,
minerales, comunicaciones y el transporte en general desnacionalizados.
Tampoco es el Tren nacional y popular que combate la usura y
el poder del capital financiero y las multinacionales, herramientas
del poder colonial, ni tampoco contra las nuevas y viejas oligarquías.
Ni
mucho menos es el Tren nacional y popular que enfrenta y combate
a la vieja y a la nueva corrupción.
Lo
que está en diseño, y no es fácil su proyección
y construcción, es como los técnicos ferroviarios
arman el tren de los mediocres, cipayos, vendepatrias colonizados
y de como los apilarán en vagones antitóxicos,
por eso de la contaminación, casi peor que la radioactividad
nuclear… todo un tema.
HOMENAJE
A JORGE JULIO LOPEZ
Este
es el Tren de los Muertos y Heridos, lleva en el primer vagón
de su formación la inaugural amarga y triste carga en
tiempos democráticos. Es la de un obrero templado, corajudo,
se llama Jorge Julio López. Un trabajador valiente de
indivisas valentías.
Cuentan
que en las catacumbas de las torturas resistía a la humillación
de los torturadores con una bizarría sin par. Los despreciaba
no en silencio. Los torturadores cobardes lo odiaban por sostener,
en medio del dolor de la carne viva, tanta bravura.
Un
día de cobardes, en medio de una refriega con los atormentadores
por reclamar agua, por no dejarse humillar ante la negativa
de arrodillarse lo apuñalan, lo dejan herido en el piso,
sangrando. La jauría humana lo abandona como odiándolo
por poseer tantas y tantas enterezas y ellos tantas y tantas
cobardías.
Los
compañeros, a pesar de estar hartos de temores lo atienden
como pueden. No sabían como desinfectarlo, cerrarle la
herida, cauterizarlo.
-Orínenme,
les dijo, valientemente, indicándoles con el dedo índice
la herida.
-¿Cómo?, contestaron en coro con ojos asombrados…
-¡Orínenme!, repitió otra vez con más
arresto y el índice más recto...
- Desde ese momento, luego, todos los días y de a ratos
los compañeros le orinaban las heridas. Otros, mientras
las apretaban como uniendo dos labios sangrantes con sus dedos
por ratos eternos.
- Me contaba un orinador que se contagió de esas valentías.
Se curó, cerraron sus heridas de la carne pero no del
alma, en ambos territorios quedó la marca.
Salió
en libertad, no se olvidó de las heridas del alma ni
la de sus compañeros orinadores. Hurgó rincones,
sombras, huecos, catacumbas olvidadas, domicilios, sólo,
acariciando sus heridas carnales orinadas para no olvidar. Que
ellas cumplan la función memoriosa de las indignidades
cometidas.
Se transformó en un conspirador solitario. Preservó
en ese andar esquivo la seguridad de los otros.
En
ese transcurrir descubrió escondrijos, disimulos de vidas,
hipocresías, a puro olfato y memoria. Fue encontrando
a los torturadores de los orinadores, del él, del pueblo…
uno a uno.
La
cicatriz era la memoria abultada, el recordatorio, siempre estaba
ahí, perpetuando los horrores.
Ordenó
y compiló lo descubierto. Luego habló y denunció
a los torturadores con bizarría de clase. Vindicar a
sus compañeros era su objetivo, resarcir y demandar por
los orinadores del mundo y a su propia dignidad.
Justicia
pedía. Ningún resarcimiento material. Sólo
justicia.
Jorge Julio López, pertenecía a la clase trabajadora,
la clase más antigua y memorial de la humanidad. La contribuyente
fundamental de la riqueza de las naciones junto al campesinado.
Repito, ese valiente era Jorge Julio López, el primer
pasajero de este tren “nacional y popular” que arranca
en el 2003. Pertenecía a la clase obrera. Clase que sufrió
la desaparición del 70 % de los 30 mil desparecidos durante
la dictadura militar.
Clase
subalterna, llamada así por los académicos de
las universidades nacionales, a través de cursos y seminarios
sobre la clase obrera. Académicos, profesores y licenciados,
todos portadores y propaladores de las ideologías dominantes.
Toda una vergüenza. Con un contendido ideológico
y político reaccionario.
En
este contexto político arranca el tren del primer desaparecido,
en esta nueva etapa que se dice de los Derechos Humanos.
A
pesar de ese arranque, los torturadores en libertad y llenos
de impunidad, esperaban agazapados. López vindicó
a sus compañeros a través de la oralidad, apelando
a las fuerzas de las palabras ese día cuando pronunció
ese fenomenal discurso en los tribunales.
Salieron del escondrijo las alimañas y lo secuestraron
nuevamente. Lo hicieron desparecer a él y a su voz.
El
Estado nacional y popular, descubridor de los derechos humanos,
no lo protegió. Algunos organismos de derechos humanos
con un discurso bonafiniano lo descalificaron en una verborragica
perorata dictada desde el Poder en la Plaza de Mayo, era el
comienzo de los tristes días jueves. La Plaza de Mayo
ese día se llenó de tristeza
Jorge Julio López fue el primer pasajero del Tren de
los Muertos y Heridos de estos tiempos nacionales y populares.
5 años han transcurrido sin que los gobiernos nacional
y provincial, populares se pronuncien.
Luego
de López vino, el maestro Fuentealba, Arruga y tras ellos
el diaguita Javier Chocobar asesinado en Tucumán el 12
de octubre de 2009. Sandra Juárez, campesina santiagueña,
murió el 13 de marzo de 2010 cuando enfrentaba una topadora.
El qom Roberto López fue asesinado el 23 de noviembre
cuando la policía de Formosa reprimió un corte
de ruta donde se reclamaba por tierras ancestrales. Ningún
intelectual o periodista que apoya este gobierno denunció
el asesinato y la directa vinculación del gobierno nacional,
es sólo una corta lista, hay cientos.
“Este
Gobierno no reprime la protesta social”. Lo dijo el ex
presidente Néstor Kirchner infinidad de veces. Lo repitió
(y repite) la Presidente, ministros, legisladores desde los
atriles. También es la bandera de los intelectuales orgánicos
del kirchnerismo que no flamea porque están taciturnos,
sigilosos, cuidadosos, no sea cosa que, como uno nunca sabe,
¿que decimos o que hacemos?
Se cumplen 5 años de la desaparición del compañero
Jorge Julio López, el tren de los heridos continuo y
continúa agregando muertos y lastimados
Por
eso digamos como Miguel Hernández:
Silencio.
Detened ese tren agonizante
Que nunca acaba de cruzar la noche.
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