Por
Elena Luz González Bazán especial para Latitud
Periódico
14
de agosto del 2018 *
Enrique
Ángel Angelelli Carletti nació el 17 de julio
de 1923, en Córdoba. Fue el primer hijo de Juan Angelelli
y Celina Carletti, inmigrantes italianos que vivían
en la zona denominada entonces "Camino Rodríguez
del Busto", en las afueras de la ciudad.
La
familia Angelelli se dedicaba a las faenas del campo: era
una zona de chacras y quintas, donde se cultivaba alfalfa,
maíz, porotos, lechuga y otras hortalizas que llevaban
al mercado de la ciudad. El cuidado de algunas vacas, cerdos,
gallinas y caballos completaban el trabajo en el campo.
Ingresa al Seminario Metropolitano de Córdoba con 15
años.
En 1943, tenía 20 años comienza el ciclo de
filosofía que duraba 3 años, en el Seminario
Mayor.
En
1947 ingresa al segundo año de teología y es
enviado a Roma para completar sus estudios en el Colegio Pío
Latino. A los 26 años es ordenado sacerdote, en octubre
de 1949 y obtiene en Roma la Licenciatura en Derecho Canónico
en la Universidad Gregoriana.
DE
REGRESO
Comienza
su labor como Vicario Cooperador en la Parroquia San José
de Barrio Alto Alberdi, en la ciudad de Córdoba, y
Capellán del Hospital Clínicas. Entre sus tareas
estaba la visita a las villas de la zona, ubicadas entre Deán
Funes y 9 de julio al 1500.
En
1952 es designado asesor de la JOC (Juventud Obrera Católica),
y su tarea la realizó en la capilla de Cristo Obrero.
Allí se instaló en un altillo, al costado de
la capilla, que formaba parte del Hogar Sacerdotal, donde
vivían varios sacerdotes.
La
JOC tenía un planteo metodológico: ver, juzgar
y actuar. Su fundador el sacerdote belga José Cardjín.
En
1958, suma a su tarea, la participación en la Junta
Arquidiocesana de la Acción Católica
DABA
CLASES
De
Derecho Canónico y Doctrina Social de la Iglesia en
el Seminario Mayor y era Profesor de Teología en el
Instituto Lumen Christi, entre otros. Trabajaba en la Curia
Arzobispal y ayudaba en la pastoral universitaria, colaborando
en el asesoramiento de algunos centros de la Juventud Universitaria
Católica (JUC).
El
12 de diciembre de 1960 fue designado por el Papa Juan XXIII,
Obispo Auxiliar de Córdoba, y el 20 del mismo mes fue
nombrado Vicario General de la Arquidiócesis.
El
12 de marzo de 1961 recibió su consagración
episcopal en la Catedral de Córdoba, lo acompañaron
los obreros y trabajadores, los hombres humildes de los barrios.
Eligió como lema para su escudo episcopal la frase
del Evangelio de Juan: "Para que todos sean
uno".
Siguió
utilizando su moto Puma, a pesar de las recomendaciones que
la dejara porque no era parte de su lugar como obispo.
El
11 de octubre de 1962 se inicia el Concilio Ecuménico
Vaticano II, el Papa Juan XXIII había sostenido en
un radiomensaje que la Paz y la Justicia Social eran los problemas
centrales a los cuales debía abocarse la iglesia.
Monseñor Angelelli y muchos más se congregaron
en Roma.
Renuncia en el Seminario de Córdoba, su rector, es
nombrado Angelelli.
¨En
septiembre del 64 concurre a la tercera sesión del
Concilio. A su regreso, en las vacaciones del 65 renuncia
Monseñor Castellano al Arzobispado de Córdoba.
Sería lógico que lo reemplazara Monseñor
Angelelli por ser el único obispo en Córdoba,
pero los canónigos eligen a su Deán, Edmundo
Rodríguez y Álvarez. Angelelli se retira del
obispado y fija su residencia en un colegio cerca de su casa
natal. Allí se abocó al trabajo pastoral en
la zona con los chacareros y quinteros del lugar.
El
15 de mayo de 1965 se hizo cargo de la arquidiócesis
de Córdoba, Mons. Raúl Francisco Primatesta.
Rehabilitó a Angelelli, designándolo como Obispo
Auxiliar, aunque fue reemplazado como Rector del Seminario
Mayor. Intensificó entonces, las visitas pastorales
a las Parroquias, tanto urbanas como rurales. La presencia
del "Obispo Auxiliar" en las parroquias rurales
y sus múltiples capillas quedó marcada en la
vida de esas comunidades, no sólo porque iban más
allá de las rituales visitas canónicas, sino
porque le dedicaba el mayor tiempo posible, escuchando lo
problemas de la gente y alentando el trabajo de la comunidad.
En la mayoría de estas capillas era la primera vez
que se acercaba un Obispo. En todos los pueblitos o caseríos
se organizaban recepciones con arcos de flores y lo mejor
que tenía esa gente...¨ IEA Sede Académica
Nacional.
MOMENTOS
DIFICILES: EL PAPEL DE MONSEÑOR ZASPE
Ya
siendo Papa, Pablo VI, envía a Monseñor Zaspe,
arzobispo de Santa Fe, como delgado personal para ver qué
estaba pasando en la diócesis de Angelelli, ya que
los ultraconservadores lo acusaban por su trabajo pastoral.
Zaspe escuchó a todos los sacerdotes, religiosas y
laicos y envió un informe más que favorable
sobre la acción de Angelelli, mientras los que cuestionaban
su trabajo, ya que decían que esto no hacía
la iglesia, se negaron a hablar con el representante papal
o se desataron en insultos y agresiones verbales.
GOBIERNO
DE CÁMPORA – PERÓN E ISABEL MARTÍNEZ
El
25 de mayo de 1973, Cámpora y Solano Lima asumen la
presidencia y vice de la Nación; en la gobernación
de La Rioja, asumía Carlos Saúl Menem.
Luego de la muerte de Perón, asume Isabel Martínez,
en julio de 1974 y la represión se hacía sentir,
esencialmente, por los grupos como La Triple A, Comando de
Organización, CNU y tantos otros.
Los
asesinatos se pusieron a tono, el 11 de mayo de 1974 es asesinado
el padre Carlos Mujica. En octubre de ese año, estando
Angelelli en Europa para visitar al Papa, recibió una
carta de sus sacerdotes en que se le informaba que su nombre
estaba en la lista negra de la Triple A. Angelelli no se quedó
más tiempo en Roma, tal se lo sugerían, regresó
al país.
A
principios de 1975, Angelelli hizo pública una carta
personal del Papa Paulo VI en que expresaba "nuestra
paternal complacencia por su intensa y sacrificada actividad
en favor de los más necesitados... Condenamos las violencias
y difamaciones de que ha sido objeto... por mejorar a los
sectores más pobres del pueblo riojano y por la renovación
conciliar..."
Al
iniciarse el año 1976, al presidir las fiestas patronales,
el Obispo instó a ser ´testigos de
la esperanza y mensajeros de la paz´,
ante la situación difícil que se vivía
en el país y en su provincia, donde la represión
arreciaba de manos del coronel Battaglia, jefe del batallón
141 de La Rioja. El golpe de estado estaba muy cerca.
El
8 de febrero en la misa radial dijo:
"La
Iglesia no puede ni debe renunciar a prestar, desde su intransferible
misión, ayuda a su pueblo a que asuma sus derechos
y sus deberes con responsabilidad, a que cada persona de nuestro
pueblo sea respetada y ayudada a crecer como lo quiere Dios.
No le es, por tanto, ajeno a su misión, estar junto
al que sufre, al desorientado, al que está privado
de la libertad".
Después
el Ejército detuvo al Vicario de la Diócesis,
a varios sacerdotes y dirigentes laicos del Movimiento Rural.
A
un mes del golpe, el 25 de febrero Angelelli, acusado de infiltrado
comunista en la iglesia le escribe a las autoridades eclesiásticas
argentinas afirmando lo siguiente: "Entiendo
que el asunto va más allá de La Rioja, nos incumbe
a todos... solicito a mis hermanos Obispos, porque urge, una
evaluación más profunda... Necesitamos urgentemente
clarificar la misión que nos corresponde a las Diócesis
y a la Vicaría Castrense, en manos de Monseñor
Bonamín que clamaba por una nueva cruzada regeneradora
a cargo del Ejército de Dios... Es hora que abramos
los ojos y no dejemos que generales del Ejército usurpen
la misión de velar por la Fe Católica... No
es casualidad querer contraponer la Iglesia de Pío
XII a la de Juan y Pablo... Hoy cae un Vicario General; mañana
(muy próximo) caerá un Obispo. Por ahí
se me cruza por la cabeza el pensamiento de que el Señor
anda necesitando la cárcel o la vida de algún
Obispo para despertar y vivir más profundamente nuestra
colegialidad episcopal... Es una gracia de Dios para una Diócesis
estas pruebas; ayuda mucho a unir y profundizar el presbiterio
y el resto de la comunidad diocesana... Este cuestionamiento
que se me hace me replantea, por el bien de la Iglesia y de
la paz, la opción que Uds. bien conocen (mi renuncia).
El
17 de marzo el Comodoro Aguirre y otros jefes militares increparon
públicamente al obispo en Chamical y abandonaron la
misa en el momento del saludo de paz. Angelelli decide suspender
la misa en la base aérea militar.
Luego
del golpe, en abril de 1976, Monseñor Angelelli baja
a Buenos Aires para reclamar personalmente ante el Ministro
del Interior general Harguindeguy por sacerdotes detenidos
y por la ola de represión en la provincia.
Nuevos
subterfugios: en el aeropuerto, el avión de Aerolíneas
partió sin previo aviso y Monseñor Angelelli
debió regresar en micro, aunque su equipaje había
sido cargado en el avión. Inmediatamente se conoció
que su equipaje había sido violado y sus papeles leídos.
El ejército utilizando su poder de fuego y de fuerza
sometía al obispo a malos tratos. En una carta a su
amigo Bertaina, le comentaba sobre los malos tratos cuando
pide audiencias y lo obligaban a pedir permiso todas las veces
para los retiros espirituales de los sacerdotes.
Ese
mismo mes Angelelli envía una carta a Monseñor
Zaspe (vicepresidente del Episcopado) denunciando los atropellos
militares contra el pueblo riojano y sus sacerdotes, y expresa
que "es hora que la Iglesia de Cristo en
la Argentina discierna a nivel nacional nuestra misión
y que no guarde silencio ante hechos graves que se vienen
sucediendo". Pero el episcopado guardó
silencio. Zaspe y otros dos obispos se entrevistaron, sin
embargo, con el presidente Videla y le expusieron los hechos.
Pero días después el Jefe del Batallón
de Ingenieros de La Rioja dispuso la suspensión de
la misa radial de Angelelli y la suplantó por la misa
celebrada por el capellán del batallón.
El
tiempo se acelera, en mayo Angelelli asiste a la Conferencia
Extraordinaria del Episcopado y denuncia ampliamente la situación
de su diócesis:
Detención de sacerdotes y religiosas,
Violación de correspondencia,
Prohibición de visitar a los presos,
Prohibición de la misa radial,
Requisas en los ejercicios espirituales, laicos detenidos,
Campañas sistemáticas de difamación,
Vigilancia en la acción pastoral de los barrios, etc.
Las
quejas llegaron nuevamente hasta Videla, pero el resultado
fue una mayor vigilancia y control policial.
Por
medio del arzobispo Primatesta, en la provincia de Córdoba,
Angelelli consigue una audiencia con el general Menéndez,
el motivo reclamar por los detenidos políticos y sociales
de La Rioja. La respuesta de Menéndez fue clara: "El
que se tiene que cuidar es Usted".
ALMUERZO
EN FAMILIA
Antes
de regresar a su Diócesis, Angelelli almorzó
con sus familiares y les confesó: "Ustedes tienen
que estar preparados. La cosa está muy fea y a mi cualquier
día de estos me barren".
Marilé,
su sobrina, le preguntó entonces: "¿No
tienes miedo, tío?
"Sí, un miedo tremendo. Pero no puedo
esconder mi mensaje debajo de una cama",
fue la respuesta rápida de un Angelelli que se mostraba
preocupado, pensativo y silencioso.
En
una entrevista periodística, expresaba: "Yo
me siento feliz de vivir en la época que vivo. Me parece
importante vivir en esta época de cambios profundos,
acelerados y universales. Me siento igual a todos, débil
como todos pero al mismo tiempo solidario con todos los hombres.
Porque se nos ha dado en este momento histórico la
posibilidad de construir algo nuevo".
Pero
no sería él quien realizaría ese algo
nuevo...
EL
SECUESTRO DE LOS CURAS PALOTINOS
El
18 de julio de 1976 fueron secuestrados dos sacerdotes de
Chamical, el Padre Gabriel Longueville y Fray Carlos de Dios
Murias. El 20 a la tarde, una cuadrilla de obreros ferroviarios
encontró los cadáveres de ambos sacerdotes,
a unos 5 kilómetros de Chamical hacia el sur, acribillados
a balazos, maniatados y con evidentes signos de haber sido
torturados. Inmediatamente Angelelli elaboró un minucioso
informe, cuya copia apareció "misteriosamente"
después del asesinato del obispo en el despacho de
Harguindeguy.
El
jueves 22, Monseñor Angelelli presidió la Misa
de exequias concelebrada por cuarenta y tres sacerdotes. En
la homilía, asumiendo el dolor de la muchedumbre presente
el Obispo dijo:
"¿Cómo no vamos a llorar al
que es carne de nuestra carne y sangre de nuestra
sangre, afecto de nuestro afecto, miembro de nuestra familia,
hijo del Cuerpo de Cristo, miembro de su pueblo, testigo de
su pueblo! ¡Cómo no los va a llorar Chamical!...
No hay ninguna página del Evangelio que nos mande ser
tontos. Nos manda ser humildes como la paloma y astutos como
la serpiente... nos manda tener alma y corazón de pobres,
nos manda buscar a los más necesitados porque son los
privilegiados del Señor... Yo los invito a que oremos
por los que los mataron. No interesan las siglas ni los nombres.
Les repito, no tenemos nosotros los ojos cerrados, ni los
oídos cerrados, tenemos la inteligencia normal de todo
ser humano, o sea que, si hay que saber, y podemos tener algunos
elementos y estar en condiciones de informar a quien se debe
y en algún momento tengamos que informar... Pero, ¿hay
hermanos nuestros que pueden imaginar o pensar, o programar
violencias y hay otros que las ejecutan? Y a lo mejor coinciden?
EL
PRÓXIMO SOY YO
Ya
saliendo del cementerio, Angelelli con su vestimenta de obispo,
cambio de mano el báculo y le dijo al médico
César Abdala de Chamical: "El próximo
soy yo".
Sacerdotes amigos íntimos le aconsejaron que se aleje
de la Diócesis, pero su respuesta fue clara: "
Es eso lo que buscan, que me vaya, para que se cumpla lo dicho
en el Evangelio: Heriré al pastor y se dispersarán
las ovejas".
EL
FINAL
El
4 de agosto por la mañana, Monseñor Angelelli
le pidió al P. Arturo Pinto, Vicario Episcopal, que
lo acompañara en su viaje de regreso a La Rioja. Y
le encomendó que hiciera revisar la camioneta Fiat
Multicarga. "Yo me encargué -narró
Pinto, de llevar la camioneta, y controlarle el aire, el aceite
y cargar el combustible para que estuviera en condiciones
para el viaje... Almorzamos en casa de las Hermanas, e inmediatamente
después preparamos todas las cosas, cargamos los portafolios
y aproximadamente a las dos de la tarde estaba todo listo
para emprender el regreso".
A
las dos de la tarde el Obispo fue hasta la camioneta. Y como
si le costara decidirse a iniciar el viaje de regreso, se
volvió a tomar unos mates, comentando que le cansaba
hacer ese camino. Luego se dirigió a la Iglesia parroquial
para "hacer una visita al Santísimo".
Estaba tranquilo, aunque se lo notaba preocupado. Subió
a su vehículo, llevando al padre Pinto como acompañante,
y partió rumbo a la ciudad de La Rioja, distante unos
150 kilómetros. Eran pasadas las 14,30 horas.
"Salimos
por el camino viejo porque temíamos que alguien estuviera
viendo. Íbamos conversando normalmente y andábamos
a una velocidad normal porque no teníamos mayor apuro...
Pasamos Punta de Los Llanos, tomamos la curva de la misma
población. De pronto, yo que iba medio perfilado hacia
el "Pelado", noté que un vehículo
nos alcanzaba. Identifiqué ese vehículo como
un Peugeot 404, de los viejos. Alcancé a notar como
los que tienen alitas atrás en las puntas y de color
gris, tirando a blanco. Una vez que este vehículo se
nos puso al lado, hizo una maniobra hacia delante de nosotros,
rápida. Y en ese momento se produjo como una explosión.
Y yo no recuerdo más nada"...
El
reloj de Angelelli había quedado parado a las tres
de la tarde. La policía encontró su cuerpo "prolijamente"
depositado sobre la tierra, de espaldas y en cruz, y prohibió
a los periodistas sacar fotos, mientras alejaba a la gente
del lugar. Instantes después, un grupo de militares
con armas largas custodiaban el lugar. Recién a las
21 horas, el cadáver del obispo fue llevado al hospital
Plaza de la Rioja, seis horas después del "accidente".
LOS
FESTEJOS DE LOS REPRESORES
En
el casino militar del batallón 141 y en el diario El
Sol se brindaba con champagne, el coronel Battaglia llamaba
por teléfono al director del diario "El
Independiente" para decirle que "hay que publicar
que fue un accidente por el reventón
de la goma trasera". Fue la versión oficial, lamentablemente
aceptada también por el episcopado en cómplice
silencio, mientras la Santa Sede a través de su órgano
oficial L´Osservatores Romano hablaba de un "extraño
accidente".
El
19 de junio de 1986 el Juez Aldo Morales, tras haber acumulado
1800 fojas del expediente judicial, declaró sin ambages
"que la muerte de Monseñor Enrique
Angelelli no obedeció a accidente de tránsito,
sino que fue un homicidio fríamente premeditado, y
esperado por la víctima".
FUENTES:
IEA – Instituto Enrique Angelelli / Sede Académica
Nacional, fuentes varias y propias.
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18 de agosto del 2015
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