MANUEL
BELGRANO
SOBRE
EL CONTRABANDO
Producción
de Latitud Periódico
20
de junio del 2018 - Actualizado el 22 de junio del 2020 *
Don
Manuel Belgrano, Secretario por S.M. del Real Consulado
del Virreynato de Buenos Ayres, en 1809.
Señores
La deplorable situación en que nos hallamos, casi
rotos todos los vínculos de nuestro Comercio nacional
por el tirano de la Europa, muchas veces me ha hecho dejar
la pluma de la mano para el desempeño de la obligación
que me impuso el Rey nuestro Señor, viendo que,
por todas partes se presentan obstáculos para la
existencia de cualquier pensamiento que se proponga y
obstáculos insuperables.
A
cualquier lado que dirijo la vista, miro al Comercio,
objeto el mas principal de nuestro Instituto, abatido
y casi digo anonadado, pues que no tiene un camino por
donde conducirse, y todos los impedimentos que cada vez
mas lo llevan al exterminio, sin que se nos asome la esperanza
de un remedio pronto y eficaz que sostenga esta columna
principal de la felicidad de La Nación.
Mientras los honrados ciudadanos dedicados a tan noble
carrera están aguardando las sabias disposiciones
de nuestro supremo Gobierno, otros amparados del espíritu
cruel de la codicia, hollando todas las obligaciones y
respectos, corren precipitadamente al inicuo tráfico
del contrabando, al parecer como empeñados en acabar
y ultimar al Comercio lícito, y con él acelerar
la destrucción del Estado.
Todo
esto debe amilanar el espíritu más fuerte
y quitar vuelo a las ideas, que solo pueden tener existencia
amparadas del Comercio: si este cesa, si perece, nuestros
recursos irremediablemente se agotan: en vano nos cansaremos
en proponer pensamientos, todo será inútil
y al fin nos habremos contentado con pasar este momento
sin efecto.
Que debe parecer, si subsiste este tráfico vergonzoso
contra la Ley, no lo dudemos. Y además perecerán
todos los demás ramos de la utilidad pública
a estas Provincias, que reciben su sustento y permanencia
de solo el Comercio: recorramos nuestras barracas y hallaremos
la multitud de frutos que tenemos depositados para pasto
de la polilla: pasemos a nuestros Hacendados y los veremos
en la miseria por la falta de valor de las producciones;
en una palabra, todo se resiente de la falta del tráfico
lícito.
Bien
sabemos por notoriedad, la multitud de efectos que han
entrado en esta Capital, y que se hallan abarrotados los
almacenes a términos de haber conocido palpablemente
la baja enorme en los géneros de consumo, particularmente
algodones y lanas, efectos que solo han podido conducir
esos barcos Ingleses que hemos tenido a la vista y todavía
tenemos.
¿Y
con qué se han pagado? ¿Cuáles han
sido sus exportaciones? Por ventura el renglón
que debe ser de nuestro mayor cuidado darle expendio,
cual es el cuero, ¿ha tenido algún aumento
en su valor? No, Señores, todos los pagamentos
se han hecho con dinero efectivo: unos pocos frutos que
permite la clandestinidad se han comprado con aquel, el
resto ha salido y sale continuamente en cambio de lo que
se ha introducido e introduce.
¿Y
cuáles han sido las ventajas que hemos conseguido?
La destrucción, el aniquilamiento de nuestros fondos,
la existencia de una multitud de extranjeros, corrompedores
de nuestras costumbres, tan afianzados en su pertenencia
en estos Países, que he oído decir que ya
se están afincando.
Vuelvo a repetir que es deplorable nuestra situación,
y que no podremos salir de ella hasta que Dios, por su
infinita Misericordia, alivie los males de nuestra Madre
Patria y el sabio Gobierno que nos dirige acceda a nuestras
muchas y repetidas súplicas, que ya se le han dirigid
o por este Cuerpo.
No obstante y puesto que no nos quedan recursos que tomar,
yo me atrevo a proponer que cualificado que sea por nuestro
Tribunal que un comerciante, sea quien fuere, ha hecho
el contrabando, debe darle parte a esta Junta para que
sea proscripto de nuestra Universidad y su nombre quede
estampado con ignominia en nuestras Actas.
Ya
veo que al hombre sin honor ni sentimientos, nada de esto
le causará movimiento, y tal lo es aquel que se
ejercita en defraudar al Rey sus reales derechos, que
expone a sus conciudadanos a que sufran mayores pechos
y derechos para soportar las cargas del Estado: pero a
pesar de todo, tal vez de esta determinación resulte
que algunos se retraigan de este depravado medio de enriquecerse
con tanto perjuicio de los intereses públicos y
privados.
Desengañémonos:
jamás han podido existir los Estados, luego que
la corrupción ha llegado a pisar las Leyes y faltar
a todos los respectos. Es un principio inconcuso que en
tal situación, todo es ruina y desolación,
y si eso sucede a las grandes Naciones, ¿qué
no sucederá a cualquiera ramo de los que contribuyen
a su existencia? Si los mismos comerciantes entran en
el desorden y se agolpan al contrabando, ¿qué
ha de resultar al Comercio?: que se me diga, ¿qué
es lo que hoy sucede al negociante que procede arreglado
a la Ley? Arruinarse, porque no puede entrar en concurrencia
en las ventas con aquellos que han sabido burlarse de
ella.
¿Y
no es digno de la execración pública un
hombre que así falta a tan santas obligaciones?
Los hombres de bien, ¿no aplaudirán nuestro
celo si no habiendo en nuestras manos otro arbitrio para
contener ese mal destruidor de la Sociedad, adoptamos
el de expulsar de un modo ignominioso a los que de los
nuestros lo ejecutan? Si, Señores, agradecerán
tan justa determinación y mantendrán el
respeto que debe merecerse un Cuerpo cuyo principal instituto
es la protección y fomento del Comercio.
El mejor modo, el fundamento de su protección y
fomento, debe ser ponerlo en el equilibrio que le corresponde,
y esto no puede ser sin aniquilar el contrabando y con
él la hidra del monopolio que todo lo devora, todo
lo acaba, hasta derribar las columnas del edificio político.
Si es cierto, como lo aseguran todos los Economistas,
que la repartición de las riquezas hace la riqueza
real y verdadera de un País, de un Estado entero,
elevándolo al mayor grado de felicidad, mal podrá
haberla en nuestras Provincias, cuando existiendo el contrabando
y con él el infernal monopolio, se reducirán
las riquezas a unas cuantas manos que arrancan el jugo
de la patria y la reducen a la miseria.
Lo
peor es que dándoles abrigo entre nosotros a esas
manos infames, mañana acostumbrados al desarreglo
y a faltar a los más sagrados respetos de la Ley,
trastornarán nuestros últimos establecimientos,
y serán capaces de cooperar a nuestra ruina total.
No: el Real Consulado de Buenos Ayres debe dar muestras
evidentes de un zelo, por el bien del Comercio nacional
y de los intereses recíprocos de estas Provincias
con los de la Madre Patria: ya ha hecho cuanto ha estado
de su parte, representando a la Corte y a este Gobierno:
establezca ahora por si que al comerciante que se le cualifique
ser contrabandista se le proscribirá de nuestra
Universidad, y para que esto tenga todo el efecto, que
se solicite la aprobación de S. M.
Tal vez traspaso el orden de mis ideas, por la celeridad
con que se agolpan a mi imaginación, y la prontitud
con que me hallo de apuntarlas, porque después
de tener escritos otros pensamientos para manifestarlos
a esta Junta, he juzgado más adecuado insinuar
el desgraciado estado de nuestro Comercio lícito,
porque como ya lo he expuesto, el equilibrio es la base
principal del Comercio, como lo es en el orden natural
para la conservación de cuanto Dios ha criado.
Me
arrebata y exalta al extremo ver que estos extranjeros
no solo se contentan con hacer el contrabando tan a su
salvo, sino que ya tienen sus almacenes públicos,
donde venden por mayor y menor, y lo que es todavía
para mí más escandaloso, que haya españoles
que salgan al frente a cubrir semejante iniquidad.
Así es que los vemos queriendo formar cuerpo de
comercio Ingles, unos hombres que no solo están
contra nuestras leyes en este suelo, sino contra las de
su mismo País que les prohíbe el contrabando.
Ya en sus conversaciones han llegado a decidirse a no
obedecer a nuestro Tribunal, y aun oponerse a sus determinaciones,
en lo cual debe haber la mayor vigilancia y cuidado, haciéndoles
sentir a las más pequeñas desobediencias
el peso de la autoridad.
Están
persuadidos aun, con un orgullo increíble, que
su poder es inmenso, y que por fuerza se les ha de admitir,
y aun les parece que no hay autoridad que los juzgue,
y por esto mismo se les debe hacer conocer la energía
con que nuestros jueces consulares hasta ahora han sostenido
las obligaciones de sus cargos: así tal vez se
contendrán en sus límites, ya que nuestra
desgracia quiere que vivan con nosotros, y tan apreciados
aquellos mismos que tantos males nos traen.
No se crea que hablo como un negociante interesado en
vender lo mío más caro: ninguna clase de
trato he hecho con ellos: hablo como un amante del Comercio
licito y del bien del público: es un error creer
que la baratura de los géneros que tenemos traídos
por los contrabandistas sea benéfica a la Patria:
lo que a esta conviene es que sus producciones tengan
valor, aunque sean caros los efectos que se les vendan:
esa desigualdad pronto se equilibra, pero en la que estamos,
jamás, y todo se arruinará.
La Cédula Ereccional previene que no se abra almacén,
tienda, etc., sin primero obtener licencia de nuestro
Tribunal: estoy persuadido que hay muchos sin ella: ¿y
no será oportuno que se haga una indagación
de los extranjeros que están con puros intereses
suyos, y aun me aseguran que sin que los cubra el nombre
de algún español? En tal evento, inmediatamente
debe procederse a sacarles la multa asignad a y dar cuenta
al Gobierno, como un dato autentico de la existencia de
ese tráfico lícito, o cuando no, dirigirse
a la Junta Central en comprobación de las repetidas
Representaciones que se le han dirigido.
Si
no nos está bien hacer las veces de un Resguardo,
porque seguramente esto sería alterar el orden
y cada uno debe conservar su ocupación, nos está
muy conforme a nuestros deberes poner los medios que nos
están prescriptos en toda la extensión que
nuestras ordenanzas permiten.
Ya se ve, ¿esto qué contendrá, cuando
según S. E. sus providencias no bastan, que tiene
el lleno del poder en las manos? Pero al menos se advertirá
que este Real Consulado tiene zelo y sabe sostenerse cumpliendo
las obligaciones que S. M. le tiene impuestas.
A
esto se dirigen mis anhelos para que se conserve con el
honor y decoro que hasta aquí, añadiendo
más y más comprobantes de su amor al bien
de la Nación y prosperidad particular de estas
Provincias, que deben consolarse de hallar en este Cuerpo
quien mire por sus intereses y los generales del Estado.
Las ideas apuntadas no necesitan de auxilios para planificarse,
y podíamos quedar con el desconsuelo de no tener
medios para verificarlos: está en nuestras manos
la decisión, sin traspasar los límites de
lo que nos corresponde, mas la Junta las meditará
y dará la existencia que le parezca, quedándome
la satisfacción de haberlas propuesto, desempeñando
una de mis principales obligaciones.
Esto, que sería obra para cualquier sesión,
es hoy una Memoria porque lo creo muy de necesidad el
que se ejecute cuanto dejo apuntado, para que nuestro
comercio de Buenos-Ayres no tenga ese nombre tan injurioso
e infame de contrabandista: que conozcan nuestros venideros
que hubo hombres de bien en medio de la corrupción,
y que el cuerpo jefe del Comercio de estas Provincias
supo mantener la pureza de las Leyes en cuanto estuvo
de su parte y cumplió exactamente lo que le mandan
sus Ordenanzas.
Todavía adelantaría mis ideas, en un tiempo
que se necesita más vigilancia que nunca, pero
me contento con cuanto dejo apuntado y con añadir
que la Nación exige de nosotros toda la atención
imaginable para el cumplimiento de las respectivas obligaciones
que nos están impuestas.
Si cada uno de nosotros hace un poco de su parte en la
reunión de ideas y hechos, habremos conseguido
muchos adelantamientos a favor de nuestro Comercio y de
los ramos que tienen mutua dependencia con él:
que la Junta entienda los trabajos a que cada individuo
de los que la componen está obligado: mil objetos
son de nuestra inspección, y todos claman por patrocinio
y amparo. Las luces de sus Individuos, espero que me darán
materiales con que ejercitar mi pluma.
De este modo, nuestras Provincias tendrán siempre
presente al Real Consulado de Buenos-Ayres, sin dudar
que los beneficios de su Agricultura, Industria, Comercio,
Navegación, Caminos, etc., se los deberá
a la dedicación a tan útiles trabajos, únicos
que pueden llevar estos Países a su felicidad,
que hoy tienen la gloria de formar una parte integral
de la Monarquía Española.
Buenos
Ayres Junio 16 de 1809.
En
presencia de mi el Secretario, se enteró la Junta
de la Memoria que me está mandado por S. M. escribir
todos los años, y acordó pasase en vista
al Señor Sindico.
Belgrano
Este
texto fue publicado por primera vez el 2 de diciembre
del 2015. Le hemos agregado frases y pensamientos de Manuel
Belgrano.
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