El
Ferrocarril es una cuestión nacional
EL
30 DE AGOSTO DE 1857 NACE EL FERROCARRIL
Por
Juan Carlos Cena especial para Latitud Periódico
31
de agosto del 2013
¿Quién
construyó Tebas, las de las siete puertas?
En los libros figura sólo nombre de reyes.
¿Acaso arrastraron ellos los bloques de piedra?
Y Babilonia, mil veces destruida.
¿Quién la volvió a levantar otras tantas?
¿Quiénes edificaron la dorada Lima, en que casa
vivían?
¿Adónde fueron la noche en que se terminó
la Gran Muralla China…?
¿Sus albañiles? (…) A tantas historias.
Tantas preguntas
Bertold Brecht
El
30 de agosto de 1857, nace el ferrocarril y los ferroviarios.
Es el día que comenzamos a andar. Pero antes hubo un
período de gestación hasta su puesta en marcha
en ese día señalado.
Son
días olvidados. Los pocos que recuerdan esta fecha sólo
mencionan cuando la locomotora inicia su marcha recorriendo
su primer metro de vías después del pitazo de
partida, pero nunca nadie evoca a aquel que tomó el cordel
del pito a vapor con una mano haciéndolo sonar, montando
en los vientos el sonido vaporoso del inicio, y con la otra,
aflojando el regulador del vapor para iniciar el movimiento
esperado: era un ferroviario. Nunca se menciona a los ferroviarios.
Pero
para que el tren arranque, antes, hubo un proceso de construcción,
por eso hay que interrogarse: ¿Quiénes fueron
esos constructores? ¿Quienes clavaron los primeros durmientes,
quien o quienes lo yacieron en la tierra, o quienes tendieron
rieles, o planificaron la traza del recorrido?, y así.
Quien o quienes alistaron los coches de pasajeros, la locomotora,
los coches y esas cosas de los aprestos y de la puesta a punto
de la formación y la verificación de las señales,
cambios, terraplenes…
Procesos
olvidados (¿?) Días olvidados. Los olvidados concientes,
en ese día dividen los nacimientos, no se olvidan de
dividir. Se oculta al constructor, que es nada más y
nada menos que a los trabajadores ferroviarios. Los olvidadizos
siempre tratan de esconder el hacer de los proletarios en general.
Los que generaron las riquezas de las naciones. En este caso,
los ferroviarios, ¿por qué no? Hay que ocultar
la unión del hierro y la carne obrera. Es lo mágico
que ocurre en la vida de los oficios, es lo real maravilloso
de una identidad, producto de un largo proceso de germinación.
Ocurrió en un rico transcurso de construcción
en que nos transformamos en el ferrocarril, somos la carnadura
aferrada al hierro.
Inspirados
en Bertold Brecht nosotros los ferroviarios señalamos:
Hace 157 años comenzó a circular el primer tren
en nuestro país. Entonces, en esta oportunidad y en otras,
repetimos la pregunta y nos interrogamos
¿Quiénes
tendieron los primeros metros de rieles, quienes acostaron los
primeros durmientes y los enclavaron sobre nuestro territorio,
quienes levantaron las inaugurales señales, quienes construyeron
las estaciones, quienes le echaron leña al hogar de la
caldera de la locomotora, quienes hicieron sonar las campanas
de partida, quienes condujeron los trenes aguateros haciendo
retroceder la sed por toda la geografía nacional, quienes
condujeron los trenes sanitarios vacunando y curando a comunidades
lejanas, quienes oradaron la montaña, cruzaron vados
y ríos, quienes?
¿Quienes
comunicaron el país, lo integraron y lo vertebraron?
¿Quiénes construyeron locomotoras, vagones, coches
para transportar nuestras riquezas? ¿Quiénes diseñaron
y montaron coches de pasajeros, dormitorios confortables para
llevar con comodidad a nuestros ciudadanos?… ¿Quiénes
acudieron a llevar solidaridad en tiempos de sequías
o de inundaciones, en tiempos de plagas, como la lucha contra
la langosta y la vinchuca, la tucura, la tuberculosis, la lepra,
quienes? ¿Quiénes llevaron la salud a través
de los trenes sanitarios por toda la geografía nacional
realizando vacunaciones masivas? ¿Quiénes construyeron
los policlínicos y consultorios que atendieron además
de los ferroviarios y sus familias a todos los pobladores del
país, quienes? ¿Quiénes construyeron, bibliotecas,
centros culturales, clubes en las zonas más lejanas del
país? Simplemente contestamos: nosotros los ferroviarios.
¿Quienes
somos?
Los trabajadores del riel somos nada más ni nada menos
que la carnadura imprescindible de ese medio de transporte que
es el ferrocarril. Porque entre ese objeto metálico que
es puesto en movimiento llamado tren, y ese carnal que lo prepara
orgulloso y lo encaballa para que se deslice por las enrieladuras
de nuestro territorio, se establece una relación biunívoca
vital, substancial: Ocurre lo real maravilloso entre el hierro
en movimiento y ese ser humano, toda una correspondencia casi
mágica. No se puede dividir esa relación que nace
desde su parición. Viene desde cuando el vapor de agua,
al intentar liberarse, transformó ese esfuerzo en una
fuerza descomunal. Todo ocurre en esa relación indivisible
que existe entre el trabajo y el hacedor del trabajo que es
el obrero, en este caso: el ferroviario.
El
ferroviario es parte inseparable del ferrocarril. El es el ferrocarril.
Hierro con carnadura, unidad vigorosa. Por lo tanto, eso es
el ferrocarril. Armonía que se transforma en una misteriosa
relación, como ese adiós que guarda el tren. A
tantas historias, tantas preguntas, damos tantas respuestas.
Es necesario aclarar que trabajar en el ferrocarril no es lo
mismo que ser ferroviario. El ferroviario incorporó a
su Ser ese inmenso objeto metálico en movimiento, como
su Sujeto: él es el ferrocarril, es de su pertenencia,
no como una propiedad privada, sino porque él es parte
constitutiva del ferrocarril, no está añadido,
adosado, sino contenido; el ferrocarril y el ferroviario constituyen
un conjunto integrado, armónico. Por eso, caminar por
las playas de maniobras o recorrer sus rincones es como recorrer
el patio y las comisuras de su casa.
Todas
estas cuestiones son las que van construyendo nuestra identidad:
somos trabajadores trashumantes montados sobre nuestra geografía.
En ese andar hemos sido solidarios, sembradores y cosechadores
de ideas. Vertebramos e integramos costumbres y cantares, y
así. Identidad que se cimienta en el trabajo reiterado,
en la relación social diaria, cotidiana, permanente,
repetida, correspondencia que continua en el sindicato y en
el barrio, así, sencillamente nos vamos consolidando
y elevando nuestra conciencia de trabajadores. En esa armonía
se establecen códigos de comportamiento, como que hay
que tener una actitud correcta frente al trabajo y colaborar
en la cuestión laboral con el otro, que se le atrasa
el trabajo porque no sabe o no entiende. Esta es una de las
manifestaciones firmes del sentido solidario que destierra el
individualismo y el egoísmo. La otra norma no escrita,
pero si establecida, es la transmisión del conocimiento,
es decir, transmitir el oficio al otro. Apoyar al necesitado
de afectos, impensada acción fuera del terraplén,
como dicen los libertarios: festejar el amor viril entre los
hombres, en fin, son nuestras maneras de proceder, cuestión
que no tiene nada que ver con la estupidez esa, que se ha instalado
en la sociedad de que debemos ser competitivos a como de lugar,
ser exitosos, es decir, egoístas, todo lo contrario a
ser solidarios.
Esa
tradición nos llega desde los socavones de la historia
del movimiento obrero. En 1896, cuando estalla la primera huelga
general ferroviaria, que comenzó en los talleres de Tolosa
y tuvo como redactor de las proclamas de la huelga a José
Ingenieros, los ferroviarios rechazaron, con firmeza, introducir
en el convenio colectivo de trabajo el problema de la competitividad,
en esa época se llamaba “tarea”, porque creaba
dentro de los trabajadores una división. Era la introducción
de conductas egoístas a través de la competencia
en el trabajo. Así como se habla del ‘ser nacional’,
nosotros somos ‘seres ferroviarios’, la carnadura
del ferrocarril, repito: hay una relación dialéctica
entre la carne y el hierro, y en esa correspondencia, nace y
crece ‘un misterio que guarda el tren’, conexión
plagada de esfuerzos acumulados de trabajadores y técnicos,
todo para que esa formación metálica eche a andar
y recorra nuestro territorio cumpliendo con la tarea que fue
asignada la de ser un servicio público.
Somos
como nuestros hermanos de las comunidades originarias, donde
el árbol (objeto) es el sujeto que los penetra y los
sostiene, porque ellos son la naturaleza y no están sobre
ella. Nosotros los ferroviarios somos el ferrocarril, no estamos
sobre él. El ferrocarril era una fragua donde nuestros
antiguos ferroviarios nos forjaron a fuego y martillo en el
yunque del trabajo. Además, el cuerpo social ferruca
es como un gran caldo, mixturado con toda clase de ingredientes:
peronistas, anarquistas, comunistas, socialistas, cristianos,
ateos… todos, con un profundo respeto al otro y al oficio.
La
historia de los ferroviarios es un testimonio de lucha, de abnegaciones,
sacrificios, rebeldías, muertes y desapariciones, también
de traiciones. Desde sus inicios el movimiento obrero ferroviario
fue duramente reprimido. Pero nunca lo doblegaron. Todos los
gobiernos de todos los signos trataron de sujetar y domesticar
a los trabajadores ferrucas.
También somos hacedores de construcciones sociales, culturales,
como Sociedades de Socorros Mutuos, Hospitales, Cooperativas
de Consumo, Confraternidades, Clubes, Centros Culturales, Bibliotecas,
Escuelas de Artes y Oficios, Centros de Capacitación,
entre otras fundaciones.
Ser
“ferruca”, es una identidad que lleva tiempo de
construcción que no admite vencidos, traidores ni quebrados
y requiere en cambio de resistentes sacrificados. Estas particularidades
están unidas por una fina malla tejida y retejida en
varios tiempos. Unos calmos, otros agitados y de persecución,
otros más o menos. La malla se teje con hilos de solidaridad,
el entramado sólo se concibe teniendo un profundo sentido
solidario y amor a la vida. A esto le llamamos espíritu
ferroviario. Creo, creemos, que no hay espíritu ferroviario
si no hay solidaridad.
Al
revisar la lucha de los ferroviarios, se puede apreciar que,
en todos los tiempos, no hubieran podido existir sin ese tramado
solidario, sin ese urdido que nos protegía. Esa malla
era de una textura firme. Han transcurrido muchos años,
hemos tenido que sortear cercos y traiciones. En ese transitar
han quedado a la vera del terraplén, vencidos, agobiados,
quebrados, doblados, torcidos, algunos, aún, apenas resisten
esta larga agonía que nos han impuesto después
de la derrota de 1991 y 1992.
Pero
el tejido, aún en pedazos, todavía resiste. ¿Cuánto
tiempo llevará reconstruirlo? ¿Acaso será
igual? No lo creo. El espíritu tal vez sea el mismo.
Volverá por perseverancia y valentía de los obreros
ferroviarios que lo construyeron en momentos difíciles
de represión, movilizaciones militares, en medio de militantes
desaparecidos, de traidores, de conversos, de aprietes y del
último fenómeno que fue minando todo como un ácido,
la corrupción. No sé cuánto tiempo, pero
volverá, ineluctablemente de la mano del pueblo.
Por
lo que puedo apreciar, los ferroviarios tendrán esa titánica
tarea, la de reconstruir el ferrocarril junto al pueblo, en
especial con los jóvenes y desde el interior del país.
Todo partirá desde el ferrocarril ausente, desde las
profundidades de la patria, donde aún el espíritu
del país ferroviario subsiste. Los jóvenes se
están haciendo cargo, están recogiendo antiguas
palabras, la hacen verbo y voz, y en la pronunciación
la montan en los vientos enrielados. Afirmo y dejo constancia
que a través de ellos hablará ese espíritu
anidado en los terraplenes. Durante años, todo esto construyó
una manera de ser ferroviario, los sintetizamos diciendo: Nosotros
los ferroviarios somos el ferrocarril… somos como somos,
es decir, somos como fuimos: trabajadores trashumantes solidarios
–constructores de nuestras propias organizaciones gremiales
y sociales– protagonistas de epopéyicas luchas
a través de más de 153 años.
En
sus luchas, los ferroviarios cobijaron y clandestinizaron la
palabra entre los rescoldos de las cenizas de la devastación
ferroviaria. Los nuevos compañeros volvieron a soplar
la brasa -es lo real maravilloso de la clase obrera-, dando
nacimiento a nuevos retoños tibios, que encarnan la certeza
de que la lucha continúa.
La
historia de los ferroviarios es como dice Howard Fast en su
libro Espartaco: Una historia sobre hombres y mujeres valientes,
que vivieron hace mucho tiempo, pero cuyos nombres nunca han
sido olvidados. Los héroes de esta historia acariciaron
el ideal humano de libertad y dignidad y vivieron noble y honradamente
(…) saquen de él fortaleza para nuestro turbulento
futuro y puedan luchar contra la opresión y la justicia,
de modo que el sueño de Espartaco llegue a ser posible
en nuestro tiempo.
Fierro
negro que duerme, fierro negro que gime
por cada poro un grito de desconsolación.
(…)
Cada máquina tiene una pupila abierta
para mirarme a mí.
Pablo
Neruda
Maestranza de noche
Publicado
en el libro FERROVIARIOS, SINFONÍA DE ACERO Y LUCHA.
Editoriales: La Nave de los Locos y MONAREFA, 2009, de Juan
Carlos Cena
Caracteres:
13.054