EL
PODER MIRA POR LA VENTANA
Por
Román Ballesteros especial para Latitud Periódico
(MONAREFA)
9
de marzo del 2013
Sobre
la conmemoración del 1º año de la Masacre
de Once.
Todo
el país miró ayer una de las escenas más
dramáticas en la Plaza de Mayo de los últimos
tiempos. Para todos los argentinos la tragedia de Once significó
un derrumbe masivo de nuestra sociedad. No fue un accidente
ni tampoco fue una muerte anunciada. Fue un atentado colectivo
en masa, consecuencia directa de una organización estatal
y empresaria que aún funciona con corrupción estructural.
Más, funciona avalado desde la cúpula del poder
actual en la Argentina.
El
choque del tren 3772, el 22 de febrero de 2012 en Estación
Once, produjo allí una verdadera estampida y golpeó
a las instituciones de la Nación, de la sociedad argentina
y a los valores de nuestra humanidad. Fue un atentado al concepto
de la seguridad civil en toda la Nación. Y fue una realidad
espantosa en contra de quienes afirman que la inseguridad en
la Argentina es una “sensación”. No se debe
tolerar a quienes deliran o mienten así. El doloroso
hecho rompió ya los límites conocidos. Fue, por
si fuera poco, también un choque brutal contra nuestra
organización institucional. Claro ejemplo: el Estado
Nacional armó luego del hecho una desvergonzada trama
exculpatoria de su ineludible responsabilidad. La Justicia de
la Nación no respondió con celeridad ante este
estrago social. La población fue conmovida hasta quedar
paralizada, pero el pueblo ayudó como pudo, siempre con
sus escasos medios.
Parece
que la Justicia funciona para ocuparse de los hechos de la dictadura
militar, de hace más de un cuarto de siglo. Si es así,
esta no es ni Justicia. Tampoco se ve al Ejecutivo hacer nada
para sostener su gestión como establece la Constitución.
Vemos que la usa para lo que le conviene y mal. Más de
cuarenta millones de ciudadanos reclamamos Justicia para todos
y para todo. Sin tutorías, esta debiera ser Justicia
a secas.
Un
choque contra la mentira
Jamás
la presidenta y sus secretarios se imaginaron esa mañana
que ese tren 3772 llegó a la Estación Once provocando
la estampida y además rompería fatalmente el muro
de la mentira sistemática del gobierno con su modelo
falso y traidor envalentonado con el 54% del voto “nacional
y popular”. Ese triunfo fugaz le impidió a ella
y a sus seguidores aceptar que tantos años de “subsidios”
mal dispensados no alcanzaron para frenar ese maldito tren obsoleto.
¿Cuánto costó, al final, ese sistema de
frenos inservible? Tantos muertos y heridos fue una respuesta
impensable para todo el aparato presidencial. No les importaron
muertos y heridos. Este hecho no entró en el razonamiento
adormecido del 54%.
Entre
tanta miseria, aparecieron la desidia, negligencias, irresponsabilidades
y el abandono estructural del Estado, manejado por un gobierno
al mando de una tropa de asalto de una burocracia perversa enquistada
en el poder. Esta arrasa al grito de la consigna “vamos
por todo”, entonado sin pudor por la propia presidenta
de la nación, quien cada día muestra que su modelo
de gobierno es una mentira sin límites. Pero esta mentira
ha costado muchos muertos y heridos con sus vidas desgarradas.
Sólo falta que la Justicia castigue a todos los culpables
para siempre, a causa de tanto daño.
Sólo
les quedaba a ellos mirar por la ventana. La gente en Plaza
de Mayo gritaba anoche con mucho dolor. Pero, el poder y sus
seguidores deben haber oído sus gritos de impotencia.
Ojalá los hayan escuchado.
Mucho
se ha escrito y mucho falta para desarmar la trama maldita de
este estrago sin par en nuestro país. Pero los afectados
por este hecho macabro necesitan hoy reclamar, más que
nunca, por más Justicia.
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