EL
GLOBO PAMPERO SE PIERDE EN EL MAR
Producción de Latitud Periódico
12 de julio del 2016
En 1980, el diario La Razón cumplía
75 años de existencia. El 1° de marzo de 1905 aparecía
su primer número. Su fundador Emilio Morales. Su formato
era la denominada sábana vieja.
En 1908 se escribe una historia de la aeronáutica
nacional, en tal sentido el diario La Razón decide una
publicación por sus 75 años y en una de sus partes
realiza la crónica de lo acaecido en aquel día
luctuoso…
¨Se
escribió en 1908 una de las páginas más
emocionantes de la historia aeronáutica del siglo.
Era
la época en que los argentinos parecían inspirados
por la proximidad del Centenario de la gloriosa Revolución
de Mayo. El espíritu patriótico animaba una juventud
que rivalizaba en el cumplimiento de hazañas que enorgullecían
al país, y Eduardo Newbery, hermano de Jorge, era también
un entusiasta de los deportes y si éstos eran peligrosos,
más todavía.
Por
eso le gustaban los viajes en globo que, por entonces, estaban
en boga. El campo de la Sociedad Sportiva Argentina, donde también
se jugaban los importantes partidos de fútbol de la época,
era el escenario obligado para esa clase de pruebas.
Allí
se reunían los jóvenes que participaban en esa
especie de conquista del aire que significaban los viajes en
globo y de allí salían para realizar travesías,
más o menos cortas o largas.
Lo
importante era desafiar al aire y vencerlo con los elementos
con que se contaba en la época.
Fue
el 17 de octubre. Ese día como decimos, se escribió
una página emocionante y luctuosa.
En
el solar de la Sociedad Sportiva Argentina se preparaba el inflado
del globo Pampero, en el que iba a efectuar una de las tantas
ascensiones Eduardo Newbery, socio del flamante aeroclub.
Eduardo
Newbery había invitado a su amigo Tomas Owen, destacado
yatchman para que lo acompañara en el vuelo. Demandó
varias horas la tarea de inflar el globo y, por fin, cuando
estuvo listo, el acompañante no llegaba, por lo que la
partida se demoró.
Cuando
se tuvo la seguridad de que Tomas Owen no vendría para
cumplir con la invitación, Newbery decidió realizar
de todos modos el vuelo, al cual invitó al sargento Eduardo
Romero que procedía de El Palomar para ponerse a las
órdenes de Newbery, había entregado a éste
una canasta llena de palomas mensajeras.
Romero
no hizo repetir la invitación. Como si la hubiese estado
esperando, de un salto se encontró dentro de la barquilla,
listo para la aventura. Unos minutos más tarde el globo
comenzó la ascensión.
Los
aeronautas fueron despedidos con jubilosas expresiones de entusiasmo
de quienes se encontraban en el campo de la Sportiva. Los vecinos
de Palermo y Belgrano subieron a las azoteas de sus domicilios
para saludar a los viajeros, sin sospechar que esa era la despedida
definitiva.
El
globo se fue elevando hasta que se perdió de vista. Luego,
la espera, la interminable espera, que, con el correr de las
horas se fue haciendo angustiosa. Y llegó la noche sin
que volvieran a tener noticias del pampero.
Ninguna
de las palomas de Newbery había llegado de regreso con
el mensaje esperado. Ni una sola noticia. Ni esa noche ni los
días sucesivos, nada, nada, nunca más se volvió
a saber del Pampero desde aquella tarde.
Toda
la población de Buenos Aires, y aun del país,
vivió horas angustiosas por la suerte de Newbery y Romero.
Pero
los días transcurrieron sin que llegara la noticia esperada,
sólo rumores. Alguien dijo que se le había avistado
frente a las costas del Brasil. Por lo que se supuso se habían
caído al mar.
Algún
tiempo después se dijo que cerca de Montevideo se habían
hallado restos del Pampero. Pero en concreto nada.
Lo
único real, lo único trágico, es que el
Pampero no volvió y que tampoco regresaron sus tripulantes.
Después comenzaron a tejerse toda clase de relatos novelescos.
Hubo
muchos que escribieron sobre la probable suerte del Pampero
y se hicieron eco de rumores que no tenían fundamento
alguno. Y pasaron los años sin que el misterio pudiera
develarse.
Desde
entonces el nombre del Pampero y los de sus tripulantes quedaron
como símbolo de la conquista del aire en la que luego
habrían de ir cayendo muchos mártires de la aviación¨.
FUENTE: Publicada en una edición especial
del diario La Razón en 1980, que en aquel momento cumplía
75 años.
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