FRAY
CAYETANO RODRÍGUEZ
Por
Elena Luz González Bazán especial para Latitud
Periódico
25
de enero del 2015
Fue
religioso, político y poeta. Nace en San Pedro, provincia
de Buenos Aires, en 1761. Fallece en Buenos Aires, el 21 de
enero de 1823, tenía 62 años.
Ingresa a la Orden Franciscana con 16 años, como novicio,
en 1778 profesa en el Convento de Buenos Aires, luego en la
provincia colonial de Córdoba, en 1793, es ordenado sacerdote.
Allí, como docente, enseña teología y filosofía
entre 1783 y 1790.
Ya
en Buenos Aires, en 1790, enseña las mismas materias
más hermenéutica y física en el Convento
de los Franciscanos.
En
esa época, la filosofía y la teología eran
materias que tenían muchos puntos en contacto. La doctrina
filosófica predominante, y a la que adhería la
Iglesia, era el escolasticismo, derivado de las enseñanzas
de Aristóteles.
Y
si bien en Europa el mecanicismo ya había comenzado a
resquebrajar el monolítico edificio escolástico,
en América la filosofía aun se enseñaba
con estricto respeto por esta doctrina.
REVOLUCIÓN
DE MAYO ANTES INVASIONES INGLESAS.
Es
un activo participante del movimiento revolucionario de mayo
de 1810.
Luego de este grito de independencia, el 24 de septiembre es
elegido, a instancias de su compañero y amigo, Mariano
Moreno, como primer director de la Biblioteca Pública,
recién fundada, ejerce dicho cargo hasta 1814.
En
febrero de 1811 es elegido Ministro Provincial.
El 4 de abril de 1812 elegido vocal de la primera Asamblea y
en 1813 participa en la Asamblea Constituyente.
En 1815 fue elegido diputado por Buenos Aires para el Congreso
de Tucumán.
Será
el encargado de la redacción de un diario de sesiones
denominado "El Redactor del Congreso Nacional". Se
cree que el texto del Acta de la Independencia es obra suya.
LOS
DOCUMENTOS QUE SE HAN LOGRADO PRESERVAR
Estas
son: las lecciones que Rodríguez dictó en varios
códices que contienen la Lógica, la Física
General, y la Física Particular.
Un
curso de lógica que dicta en 1796, del cual se conservan
copias escritas en el convento de San Francisco, en Buenos Aires,
y en la ciudad de Jujuy.
En
1807, escribe un poema consagrado a la libertad de los esclavos
que tomaron parte en la defensa de Buenos Aires. Es dable recordar
que los esclavos participaron en las milicias que defendieron
a Buenos Aires del avance inglés, en 1806 y 1807, y que
elegían sus propios jefes.
Luego
de su trabajo y dedicación política, Cayetano
Rodríguez se dedicó a su trabajo como sacerdote
y a la labor pública, en este sentido, en 1822 funda
el
periódico El Oficial del Día, desde el cual defendió
las ideas de la Iglesia en oposición al periódico
El Centinela, que promovía reformas eclesiásticas
y que apoyaba al gobierno de Rivadavia, con quien Rodríguez
nunca coincidió.
Fray
José Cayetano Rodríguez muere en Buenos Aires,
el 21 de enero de 1823.
Lo
que entregamos es el poema dedicado a los esclavos que actuaron
en las invasiones inglesas.
Poema
que un amante de la patria Consagra al solemne Sorteo celebrado
en la plaza mayor de Buenos-Ayres, para la libertad de los Esclavos,
que pelearon en su defensa
Fray Cayetano Rodríguez
Con
licencia: En Buenos Aires. En la Real Imprenta de Niños
Expósitos: año de 1807.
Llegó
el felice día,
¡Oh! pueblo a todas luces venturoso
En que la musa mía,
(Cediendo sus temores a su gozo)
Puede cantar tu triunfo, tu victoria,
Tú más heroica acción, tu mayor gloria.
Para ceñir tus sienes
Esta piedra faltaba a tu corona.
¡Oh! pueblo, ya la tienes,
Y ella es sin duda la que más te abona;
Pues al nombre de fiel y valeroso
El dictado te añade de piadoso.
Disfrutabas contento
De dulce paz, efecto de tu brazo,
Tu victorioso aliento
Te preparó morada en su regazo:
Pero esta gloria fuera muy menguada,
Si tu piedad quedase desairada.
Tú, sin par generoso,
Por un rasgo de honor inimitable,
Realzando lo piadoso,
Te prestas a favor del miserable,
Dejando de algún modo satisfechos
De libre condición justos derechos.
Más humano que aquella
Antigua Roma, la ciudad del mundo,
Tu honor piedades sella
Que te hacen el primero sin segundo,
Pues si Roma forjó cadenas tantas,
Tú, vencedor con gloria, las quebrantas.
No dicta sabia Atenas
Dictámenes más bellos. Tú has formado,
De amor y piedad llenas,
Leyes que al oprimido ha sublevado,
Consagrado a su alivio y su consuelo,
Tu gratitud, tu bienes y tu celo.
El secreto has hallado
De aumentarte celosos defensores,
Pues también has pagado
De su inculto valor raros primores.
Ni saben cual es más al mejorarlos,
Si haberte libertado, o libertarlos.
No gima ya la triste
Humilde condición del miserable,
Pues que desde hoy ya viste
Librea nueva de honor más respetable.
A su heroico valor se lo ha debido,
Y a tu piedad ¡oh! ¡Pueblo agradecido!
Jamás te ha amanecido,
Buenos Aires feliz, más claro día,
Que aquel en que has sabido
Los llantos convertir en alegría,
A tantos redimiendo del pesado
Yugo de esclavitud que habían cargado.
Esta acción te coloca
Al lado de Mentor, del sabio Minos:
Como a ellos dar te toca
De gobierno dictámenes divinos:
Pues es menos vencer, puesto en partido,
Que premios saber dar al que ha vencido.
Doquiera que el sol luce,
Y de esta noble acción se haga memoria,
Al punto se trasluce,
Tu fama, tu piedad, tu honor, tu gloria;
Y envueltas quedan en conceptos vagos
Las Espartas, las Romas, las Cartagos.
No ya solemnes vivas
Escuches de los pueblos más lejanos,
Ni plácemes recibas,
Porque heroico venciste a los Britanos:
Que más gloria te da lo generoso,
Que la nota de invicto o victorioso.
En tu intrépido aliento
De Sagunto y Numancia copia fuiste,
Y quizá algún momento,
Tan valientes excesos excediste;
Mas, en premiar del pobre el heroísmo,
Eres ejemplo y copia de ti mismo.
Aunque te son debidas,
Están demás columnas e inscripciones:
Que están bien esculpidas
En el alma de todas tus acciones;
Pero ésta sólo erige un monumento,
Que por único y raro es un portento.
Si a la par de tu anhelo
Acreciera tu haber hasta lo inmenso,
Ejercicio tu celo
Hallara en tus piedades más extenso.
¡Y qué fuera, tu tesoro
El encantado vellocino de oro!
Tanta piedad consuela
A quien el hado barajó la suerte,
Y fino se desvela
Por motivo más noble en defenderte;
Reputando quizá yugo suave
El que antes soportó molesto y grave.
Esto hace tu decoro,
¡Oh! ¡pueblo fiel! y acción de tanto grado
Es la manzana de oro,
Que te hará en ambos mundos envidiado;
Ni será la discordia por ganarte,
Si, por tener la gloria de imitarte.
Del Argentino Río
Las aguas publicaron tu victoria;
Pero a esta acción le fío
Que eternice en el globo tu memoria:
Así resonará de polo a polo
Con crédito inmortal tu nombre solo.
¡Oh! quiera grato el cielo
impartir premios con benigna mano,
dando a tu heroico celo
guirnalda eterna, premio soberano,
porque una acción que en sí todas encierra,
recompensa no tiene acá en la tierra.
Entretanto, recibe
El aplauso común, pues él te aclama:
Feliz, descansa y vive
En brazos del honor y de la fama,
Y sea tu nombre célebre y famoso,
El pueblo fiel, valiente y generoso.
FUENTES:
Varias sobre su biografía, poema en la Biblioteca digital
Miguel de Cervantes Saavedra.
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